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En camino siempre

Precisamos equilibrar el poder entre hombres y mujeres, pero también estabilizar entornos.

Somos seres en camino. Necesitamos trascender, sentirnos en movimiento, confluir en sendas, reencontrar espacios, peregrinar por este mundo que es de todos y de nadie en particular, sentirnos libres, renovarnos de aires, hallarnos reunidos en ese andar espiritual y físico. Ahí están los diversos caminos de Santiago, haciendo familia y creando humanidad. Nunca es tarde para el retorno al verso, para peregrinar por la vida de otra manera más auténtica, para poner en valor el encuentro personal consigo mismo y junto a los demás.
Digamos, de una vez por todas, ¡no al desencuentro! Necesitamos, por consiguiente, edificar otras esencias que nos impriman continuidad y entusiasmo, que nos hermanen y fraternicen, que nos hagan sentirnos vivos y acompañados. ¡Qué mejor compañía que hacer un itinerario sin reloj, para contemplarse y contemplar aquello que nos rodea! Lo importante es no quedarse parado y normalizar lo que nos destruye, las riadas de violencia, las olas de crueldades vertidas entre nosotros, el uso de tecnologías de vigilancia que violan los derechos humanos, la falta de consideración hacia toda vida, pues todos los países pueden hacer más, tanto por mejorar la cobertura sanitaria como para universalizar los sistemas educativos.
Siempre en camino, en peregrinaje buscando continuamente la superación en medio de las dificultades, desde el respeto y una justicia para todos, comenzando por los más pobres y desvalidos. Por desgracia, cada día hay más seres humanos necesitados de amor, de verdad y de belleza. No podemos continuar ciegos. El mundo ha de abrirse a esa capacidad de amar, los moradores deben salir a su encuentro sin miedo y han de trabajar para que se dignifique toda existencia humana. Los aires no son equitativos. Cada amanecer se concentra más poder en manos de unos pocos, que defienden sus propios intereses y el de sus seguidores, distorsionando así las políticas sociales y debilitando las instituciones, que suelen nadar en corrupción constante. Deberíamos, en conciencia, propiciar la inclusión y la movilidad social. En cualquier caso, hemos de estar en permanente renacimiento. Estamos llamados a revestirnos del hombre justo.
No hay rutas para el amor, el amor nace en el andar diario de cada cual. Desvirtuar o adulterar ese carácter de donación, que todos llevamos innato, nos deshumaniza por completo. A este respecto, el peregrino que lo es siempre mientras camina por la tierra es, ante todo, un latido más de ese orbe que nos embellece y que no puede confundir su misión. Forma parte, formamos parte todos de ese verso, que aglutina ese poema interminable, que nos asciende a la luz, como incienso que nos sube a la presencia celeste.
Por eso, es fundamental asumir la nueva mentalidad propuesta por tantos caminos recorridos, que hemos tenido que enmendar, para poder tener prolongación en el tiempo. Al fin y al cabo, si es importante que los pueblos se hermanen, más significativo es que los extraños se familiaricen con la fuerza de la pasión, por vivir y dejar vivir.
Pensemos, por tanto, que lo efectivo de la cuestión siempre emana de lo sencillo. Hagamos que todo sea más fácil, pues nuestra obligación es dar rayos de luz, jamás tinieblas, que nos pongan en la maleza y nos recluyan en el camino de la enemistad; puesto que una vida sin amigos es como un largo transitar en soledad, y esto no conduce a la gloria de sentirnos satisfechos.
Nada se derrumba por amor. No hay mayor convicción espiritual para un caminante. La discordia nos deja sin fuerzas para dar un paso más. Es evidente que precisamos equilibrar el poder entre hombres y mujeres, pero también estabilizar entornos y dulcificar actitudes. Desde luego, es tarea de todos recuperar las raíces para observar los cambios en la tierra, despojarse de roles tan arcaicos como consumidores o espectadores, y quedarse con ese rumbo común de peregrinos, realmente sabio, de ponernos al servicio del bien, con el talante de proximidad del buen samaritano, siempre dispuesto a escuchar y a socorrer. Esto implica activar un nuevo espíritu en el peregrinaje de nuestra marcha, un nuevo concebir hecho inspiración, de que existimos mejor sin el dolor y en consorcio. Sea como fuere, nos resta descubrir este pensamiento y aprender a leer nuestros andares. Será un buen modo de rectificar a tiempo, sin duda.
VÍCTOR CÓRCOBA HERRERO
ESCRITOR
corcoba@telefonica.net
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