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Una victoria trumpírrica

Tarde que temprano, la sociedad estadounidense le cobrará al Partido Republicano su respaldo a Trump

Thierry Ways
Si se cumplen los pronósticos, Donald Trump será eyectado de la Casa Blanca en enero de 2021, algo que, en el régimen reeleccionista estadounidense, es casi como una revocatoria de mandato. Los pronósticos podrían fallar: ya pasó en 2016, cuando el mismo día de las elecciones los principales medios de Estados Unidos profetizaban la victoria holgada de Hillary Clinton. Pero “esta vez será diferente”, dicen los mismos encuestadores de hace cuatro años, que hoy vaticinan el triunfo de Joe Biden.
Y, sí, esta vez será diferente, por una verdad de Perogrullo: que hace cuatro años Trump no había gobernado y hoy sí, y ese gobierno les ha parecido a la mayoría de los estadounidenses indecoroso y mendaz. Una afrenta a la democracia, una hoguera de vanidades y hasta un amago de dictadura.
Eso último es una exageración. Si Trump de verdad fuera un dictador, sería el peor dictador de la historia. Los dictadores, por definición, se salen con las suyas, mientras que Trump no consiguió desmontar el ‘Obamacare’, como prometió en campaña, ni terminó de construir el muro en la frontera mexicana ni obligó a los mexicanos a pagar por él. Tampoco desarmó a Corea del Norte ni tumbó a Nicolás Maduro. Las dictaduras se caracterizan por gozar de una ‘gobernabilidad’ sin trabas, y el gobierno de Trump ha sido todo menos eso. En lo único importante en que consiguió imponer su voluntad fue en las restricciones de la inmigración, tal vez la más necia de sus obsesiones.

Trump, en otras palabras, a quien sus defensores consideran el triunfo más rotundo de la derecha gringa, podría ser lo peor que le hubiera podido pasar a ese movimiento.

Eso sí: ha mandado a su manera, sin respeto por las instituciones, las normas o la tradición. Ese estilo desbraguetado, que fascina a sus fanáticos, es popular, qué duda cabe; sobre todo en un planeta colmado de impaciencia y hastiado de la política tradicional, de los ‘establecimientos’, de la mediocridad de las democracias: de la ‘mediocracia’. Había que aprovechar, entonces, cuatro años de un gobierno al que no le hacía ascos pasar por encima del que fuera para aprobar cuantas reformas de corte conservador o antiprogresista fueran posibles. Pero esa apuesta está a punto de salirle bien cara al Partido Republicano.
Pues lo otro que es posible que suceda en noviembre es que los demócratas obtengan el control del Senado. Si eso pasa, será en gran medida por miles de electores republicanos e independientes que, aunque simpatizan con el partido de Trump, rechazan el estilo y la personalidad del presidente, y castigarán en las urnas a los legisladores que sincera u oportunistamente lo apoyaron. Si eso ocurre y además gana Biden, los demócratas tendrán no solo la presidencia, sino las dos cámaras del Congreso, y serán ellos entonces quienes gobiernen sin cortapisas. Podrán pasar las reformas que deseen y deshacer las que hizo Trump. Y quizá perseguirlo judicialmente a él y sus colaboradores.
El mundo cultural y el académico de EE. UU. se sitúan de manera inequívoca en la izquierda. La posible debacle electoral republicana de noviembre pondría en ese bando al Congreso y al Ejecutivo, pues el Partido Demócrata se ha corrido hacia la izquierda en los últimos años. Se configuraría así una hegemonía ideológica que podría durar décadas. Trump, en otras palabras, a quien sus defensores consideran el triunfo más rotundo de la derecha gringa, podría ser lo peor que le hubiera podido pasar a ese movimiento. Quizá valga ensamblar un nuevo adjetivo para advertir a quienes quieran imitarlo: ojo con las victorias ‘trumpírricas’.
Y sí, puede que las encuestas se equivoquen. Puede que el voto ‘oculto’ le conceda un segundo y sorpresivo periodo a Donald Trump. Pero tarde que temprano, la sociedad estadounidense les cobrará a los integrantes del Partido Republicano su respaldo acrítico al hombre del copete. A quien entonces, como Pedro a Jesús, más de uno negará.
Thierry Ways
@tways / tde@thierryw.net
Thierry Ways
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