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Una hamaca grande

Un ‘centro’ digno de ese nombre debe estar dispuesto a incluir tendencias de derecha y de izquierda.

Thierry Ways
Naufraga, por ahora, la idea de unir a Alejandro Gaviria y la Coalición de la Esperanza en una consulta antes de la primera vuelta: no hay acuerdo. Es mal presagio para el centro, pues sus votos acabarán repartidos entre dos o tres candidatos, lo que quiere decir que a la segunda vuelta irán Gustavo Petro y el candidato de la derecha. Y eso significa que las elecciones probablemente las ganará Petro, quien luce más fuerte que la derecha en esta ocasión.
El centro, entonces, tiene que aglutinarse si quiere llegar al balotaje. ¿Pero cómo? ¿Y alrededor de qué propuestas?
Más que una postura política concreta, el centro es una actitud. Se inspira no en una ideología o una visión última del mundo ideal, sino en un conjunto de valores. Sin pretender nombrarlos todos, estos son algunos de ellos. Uno, la moderación: el rechazo a la violencia y la desconfianza de las posiciones extremas, las revoluciones y las utopías. Dos, el realismo: la sinceridad sobre los costos o sacrificios –‘trade-offs’, dicen los anglos– inherentes a cualquier decisión. Tres, el pragmatismo: la flexibilidad para construir consensos. Y cuatro, la humildad: el reconocimiento de que uno no se las sabe todas.
El centro cree que por medio de esos valores se pueden tramitar de forma más constructiva las tendencias contradictorias que existen en toda sociedad. En cierto modo, por supuesto, toda la política se trata de eso: de buscar acuerdos. Pero, a diferencia de otras vertientes, el centro no pretende imponer una visión de sociedad sobre las demás, sino construir –o descubrir– una en la que todos quepamos. Una sociedad que sea, como dice el maestro sanjacintero Adolfo Pacheco, una hamaca grande.
Esos valores tienen por consecuencia que el centro debe estar abierto a personas tanto de izquierda como de derecha, con tal de lograr acuerdos amplios, en los que una diversidad de ciudadanos pueda sentirse incluida. Un candidato que solo está interesado en representar a la centroizquierda no es de centro, es de izquierda. Un movimiento que solo quiere conversar con la centroderecha no es de centro, es de derecha. El verdadero centro tiene que estar a caballo entre las dos.
Si los ‘centristas’ quieren estar en el tarjetón de junio, entonces, alguno de ellos debe atreverse a explorar la atmósfera por fuera de la burbuja de centroizquierda de la que no han querido salir por miedo, supone uno, a contaminar su pureza ideológica. Los intentos de armar un bloque unido entre ellos hasta ahora solo los han debilitado más. Quizá sea hora de que sean más creativos. Y más incluyentes.
El precandidato Juan Carlos Echeverry lanzó una propuesta en ese sentido: la de una coalición entre él, Enrique Peñalosa, Federico Gutiérrez y Alejandro Gaviria, cuatro nombres que abarcan posiciones disímiles, pero que también tienen puntos en común. Si llegara a pasar, desordenaría totalmente el tablero de juego. Y estaría bien. Hay que buscar ideas que nos ayuden a salir de la polarización izquierda-derecha en la que llevamos años estofándonos. A eso debería aspirar un ‘centro’ digno de ese nombre.
Para que esa coalición tenga éxito, los candidatos eliminados en una posible consulta se tienen que comprometer a apoyar al ganador, como es lógico. Pero el ganador debe comprometerse a incluir propuestas de los otros en su programa político e invitarlos a participar en su gobierno si llega a imponerse en las elecciones. Y ese eventual gobierno tiene que ser híbrido o mestizo: ni muy ‘derechoso’ ni muy ‘izquierdoso’, sino con elementos de ambos lados: centrista. Pero, eso sí, inflexible con la corrupción.
Una candidatura de esa naturaleza, más pragmática que ideológica, necesariamente decepcionará a los puristas de lado y lado. Justamente de eso se trata.
THIERRY WAYS
En Twitter: @tways
tde@thierryw.net
(Lea todas las columnas de Thierry Ways en EL TIEMPO aquí).
Thierry Ways
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