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Cuatro aes

Cuatro aes condensan la actitud para sobrevivir: ahorro, autosuficiencia, austeridad y adaptabilidad

Thierry Ways
Por fin parece que avanza la propuesta de subsidiar la nómina de las empresas cerradas por la cuarentena, para evitar que miles de colombianos pierdan el empleo. Hay que aplaudir el liderazgo de Rosmery Quintero, presidenta de Acopi (el gremio de las micros, pequeñas y medianas empresas), quien promovió la medida contra viento y marea y se ha destacado en esta crisis por ser la más aguerrida defensora no solo de sus agremiados, sino del sector productivo en general.
La propuesta, como explicó Quintero en 'La W', no alcanza a cubrir el 21 % de las necesidades del sector formal, pero, en medio de la estrechez fiscal, es mejor que nada. Me preocupa, eso sí, el tiempo de ejecución. La medida apunta a salvar empleos, pero no se pueden salvar empleos que ya no existen. Y, por estos días, quienes estamos en el mundo de las empresas, las cámaras y los gremios estamos oyendo los primeros crujidos de un andamiaje que empieza a hundirse. Ya comenzaron los cierres, los impagos, los despidos y los odiosos pleitos jurídicos. Si el subsidio a la nómina se demora demasiado, si se empantana en trámites bancarios o administrativos, no encontrará a nadie contratado a quién subsidiar.
Percibo a mi alrededor un (muy humano) estado de negación frente a lo que está pasando y lo que viene. Los empresarios lo tienen claro, pues el sobregiro no miente, y los pobres también, pues el estómago tampoco. Pero buena parte de la sociedad parece confiada en que, una vez se supere la emergencia médica, la vida volverá a ser como era antes. Es poco probable que eso pase.

Si el subsidio a la nómina se demora demasiado, si se empantana en trámites bancarios o administrativos, no encontrará a nadie contratado a
quien subsidiar.

A menos que aparezca pronto una vacuna o tratamiento contra la covid-19, la economía no volverá a ser la misma. El turismo, que estaba llamado a ser uno de los motores del crecimiento tras la firma del acuerdo con las Farc, no resucitará por ahora. Todos los negocios que impliquen afluencia –restaurantes, hoteles, conciertos, centros comerciales, etc.– no podrán funcionar como antes por mucho tiempo, y cuando lo hagan será bajo un aforo restringido, que los obligará a recalcular sus expectativas comerciales. Toda la cadena de abastecimiento hacia atrás también sufrirá: pensemos en las lavanderías que lavan las sábanas y los manteles de hoteles y restaurantes, por ejemplo, o en los proveedores de carnes y verduras. Más atrás, sufrirán la fábrica de detergentes y el agricultor que produce la comida. Y así hasta tocar a toda la sociedad.
La producción se ralentizará. El Gobierno acaba de anticipar una ominosa caída del 5,5 % del PIB para este año. La última vez que experimentamos algo semejante fue en 1999, y cientos de miles de colombianos se fueron del país (pero esta vez no hay adónde ir). Esta será “la peor contracción en al menos 100 años de historia económica”, dijo Luis Fernando Mejía, presidente de Fedesarrollo.
Quien dice contracción dice desempleo. El dato oficial rondará el 20 %, que son dos millones de desempleados adicionales a los tres que hay hoy. Pero hasta esa cifra podría quedarse corta, pues recordemos que venimos de altísimos niveles de subempleo e informalidad, y esos trabajadores no eran considerados desocupados. Quizá lo sean próximamente.
En síntesis, las cosas ya están peor de lo que parecen. La mayoría de los efectos que describo aún no han reventado del todo, pero lo harán en el corto plazo. Debemos, por tanto, recortar nuestras expectativas –financieras, empresariales, profesionales, personales, etc.– para los meses que vienen, y probablemente hasta 2022. Cuatro aes condensan la actitud adecuada para sobrevivir a la crisis: ahorro, autosuficiencia, austeridad y adaptabilidad. Saldremos fortalecidos de todo esto –eso creo–, pero no sin antes, como se hace con el hierro para endurecerlo, haber pasado por la fragua.
Thierry Ways
@tways / tde@thierryw.net
Thierry Ways
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