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La rebelión del aspartame

El trino de Petro es extraño y desconcertante. Revela mucho sobre su pensamiento económico.

Thierry Ways
Los políticos suelen cuidarse de decir cosas que puedan perjudicarlos, pero hay momentos en los que se distraen por un segundo y se les cuelan mensajes que no han sido debidamente filtrados. El senador Gustavo Petro tuvo uno de esos momentos la semana pasada. Y lo que diga el senador hay que tomárselo en serio, pues, según todas las encuestas, si la primera vuelta de las presidenciales fuera mañana, él sería el vencedor.
En un trino (al que le corregí algunas cosas para que se entienda mejor), Petro dijo: “Dejar al Esmad sin funciones al cambiar formas de protesta: No consumir gaseosas. Salirse de los fondos privados de pensiones. No usar buses privatizados. No sacar el carro ni abrir negocios los días de paro. No comprar en grandes superficies sino en tiendas. No comprar importados”.
Es un mensaje extraño. Parece que se corriera un velo y, por un instante, se entrevieran los sesgos y obsesiones del senador. ¿Qué tiene que ver, acaso, el consumo de gaseosas con la protesta? Nada, por supuesto, si no fuera porque el principal fabricante de gaseosas del país pertenece a un grupo empresarial sobre cuyos ingenios azucareros Petro ha expresado críticas en el pasado.

Los problemas de Colombia no se van a arreglar dejando de tomar gaseosas. Ni votando por quienes piensan que sí.

Por cierto, ¿será que quienes consumimos gaseosas light –como yo– también estamos dejando al Esmad sin funciones? ¿Constituimos la nueva vanguardia, la rebelión del aspartame? El trino del senador no permite establecerlo.
Dos veces se refiere Petro al sector privado: invita a no usar buses “privatizados” y a salirse de los fondos privados de pensiones. Lo segundo es curioso, pues Petro se manifiesta permanentemente en contra de la desigualdad y, como ha dicho el experto Santiago Montenegro, resumiendo el criterio de muchos otros economistas: “La fuente de desigualdad en el sistema pensional colombiano se encuentra en el régimen público”.
También propone el senador no “abrir negocios” ni comprar “en grandes superficies, sino en tiendas”. Insisto: es un mensaje extraño. ¿En qué beneficia al dueño de un negocio no abrirlo? ¿En qué beneficia a la sociedad no comprar en supermercados? El mensaje solo se entiende si se interpreta desde una óptica maniquea, binaria, que opone a los empresarios al resto de la sociedad, como si fueran dos bandos enemigos. Y que opone a los negocios pequeños, que son los ‘buenos’ en esta trillada fábula moral, a los grandes: los ‘malos’. De ahí, estamos a un paso de la pueril caricatura del empresariado como una camarilla de señores obesos sentados alrededor de una gran mesa de roble, fumando puros y riendo siniestramente mientras traman el dominio del universo.
El trino termina con otra extraña instrucción: “No comprar importados”. ¿Por qué? ¿En pleno siglo XXI? ¿Tiene el senador Petro alguna idea de la cantidad de insumos importados que necesita la economía colombiana solo para abrir los ojos por la mañana? Hasta lo más bucólicamente patrio que podamos imaginar –una cebolla boyacense, digamos– se cultiva con fertilizantes hechos con minerales traídos del exterior, para no hablar de tractores y repuestos. La herramienta principal de la protesta moderna también es importada: el smartphone. Y sin importaciones no habría vacunas contra el covid.
En fin: el trino de Petro es profundamente extraño y desconcertante, pero revela mucho sobre el pensamiento económico del posible próximo presidente del país. Para él, lo público es superior a lo privado porque sí, por defecto; y lo pequeño a lo grande. Se vale boicotear industrias que generan empleo con tal de perjudicar a sectores que le desagradan. Y se menosprecia la interdependencia que caracteriza las globalizadas cadenas de suministro modernas.
Los problemas de Colombia no se van a arreglar dejando de tomar gaseosas. Ni votando por quienes piensan que sí.
Thierry Ways
@tways / tde@thierryw.net
Thierry Ways
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