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‘Nannygate’

¿Quién chuzó a la niñera? El país necesita la respuesta a esa pregunta, pero no es la única.

Thierry Ways
Quiso la casualidad que me enterara del caso que no seré el primero en llamar ‘Nannygate’, en Washington D. C. A pocos pasos y prácticamente en la sombra del edificio que dio origen al uso de la partícula –‘gate’ para sufijar escándalos.
A pesar de que el universo me lo estaba gritando en cara, al principio rechacé el recurso fácil de asimilar lo sucedido a Marelbys Meza, exniñera de la eficiente y destacada ex jefa de gabinete del Gobierno, Laura Sarabia, con lo ocurrido hace 50 años en el 2600 de la avenida Virginia, donde está el imponente complejo de oficinas Watergate. A mi juicio, el sufijo -gate debe reservarse para situaciones en las que haya espionaje, como la que le costó la presidencia a Nixon. Y no, como hacemos ahora, para cualquier episodio de corrupción, como el FIFAgate de hace unos años.
Pero a las pocas horas se supo que el celular de Meza había sido chuzado ilegalmente por la Policía. Se configuraba, ahora sí, el ‘Nannygate’.
¿Que por qué el anglicismo? Pues porque suena mejor que ‘niñera-gate’ y porque llamarlo ‘sirvienta-gate’, como quizá habría hecho la senadora oficialista Clara López, quien llamó así a Meza, sería coronar con un insulto la violación de derechos que ya se cometió contra la niñera.
Sin embargo, con el perdón de los lectores, detengámonos un momento en la expresión de López. La frase que usó, en el programa ‘Zona Franca’, fue esta: “Si vamos a comparar chuzadas de una sirvienta con chuzadas de la Corte Suprema de Justicia, vamos a quedar muy mal librados”.
Lo dijo, supongo, con intención de minimizar la gravedad del caso. Pero es todo lo contrario: ¿si hasta una niñera particular, que no es una figura reconocida ni un sujeto de investigación, puede estar chuzada, quién está a salvo de estar chuzado en Colombia? ¿Lo están los periodistas? ¿Los empresarios? ¿Los líderes de la oposición? ¿Los influenciadores de las redes? ¿Los columnistas de opinión? ¿Están intervenidos los confesionarios de las iglesias y los divanes de los psicólogos?
Este escándalo no es solo sobre Meza, aunque lo de ella sea suficientemente grave. ¿Quién chuzó a la niñera? El país necesita la respuesta a esa pregunta, pero no es la única. ¿Es cierto, como señaló el ahora exembajador Benedettti, que en casa de Sarabia había movimientos de dinero en efectivo que eran un “problema” para ella? ¿Es cierto, como le dijeron a ‘La Silla Vacía’, que hay material comprometedor sobre el Presidente que podría ser usado para chantajearlo?
¿Es cierto que hay más chuzados?
El Presidente ha dicho que el Gobierno no tuvo nada que ver con las intercepciones. Cuesta creerlo: hasta ahora, todos los implicados son funcionarios del Gobierno. Y si el Presidente no participó, eso no hace menos grave el asunto, pues significa que la inteligencia estatal está al servicio de intereses particulares. Es necesario decir que esta no es la primera vez que esto pasa en Colombia, pero uno quería creer que esas eran épocas ya superadas, sobre todo bajo el gobierno del ‘cambio’. Le creo al Presidente, pero espero que use su poder para aclararle al país estos hechos.
Un verdadero gobierno del cambio tendría que ser una máquina manejada por personas comprometidas con mejorar tangiblemente la vida de los más humildes del país. Aún tendríamos desacuerdos, como es natural, sobre propuestas específicas, pero al menos podríamos creer en la bondad de sus intenciones. En cambio, estamos asistiendo a algo advertido desde la campaña. Un termitero de intereses enemistados y oscuros, en donde las malas mañas de la vieja política, incluso las más abyectas, siguen vivas. Hoy, el mayor enemigo del Gobierno no es la fuerza de sus contradictores ni la oposición de un establecimiento intransigente, sino las urdimbres de sus aliados.
THIERRY WAYS
En Twitter: @tways
tde@thierryw.net
Thierry Ways
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