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Mujeres para hacer historia

El secuestro en Nicaragua deja atrás la idea de que unas elecciones creíbles pueden darse en el país

Sergio Ramírez
Entre la lista cada vez más creciente de rehenes secuestrados por la dictadura en Nicaragua hay un buen número de mujeres de distintas edades y credos políticos, unidas por el fervor de la libertad y la democracia, valores que en mi país se imponen ahora ante cualquier diferencia ideológica. Volver a ser una república, como demandaba desde las páginas de La Prensa Pedro Joaquin Chamorro, asesinado por Somoza en 1978.
Algunas son jóvenes, o muy jóvenes, una generación de relevo que busca dejar atrás el pasado amargo y repetitivo de demagogia y represión en nombre de ideales hace tiempo enterrados. Sus rostros están ahora en las pantallas de los teléfonos celulares: Ana Margarita Vigil, Tamara Dávila, Suyen Barahona… cada una de ellas aislada en una celda de castigo.
Conscientes de que el cerco se estrechaba alrededor de ellas, nunca buscaron esconderse, y lo que hicieron, y siguen haciendo, es grabar mensajes estremecedores: “Si están viendo este video es porque la policía allanó mi casa y me han secuestrado...”, comienza diciendo Suyen Barahona, madre de una niña y presidenta del partido Unamos.
Violeta Granera se acerca a los 70 años. Su padre fue asesinado a sangre fría en 1979 por una escuadra de milicianos sandinistas. Cuando ella cuenta que antes de que lo mataran, desapercibido, extendió la mano en gesto de saludo a sus verdugos, sus ojos se llenan de lágrimas, pero nunca hay amargura en su voz. Su estatura ética está muy por encima de la revancha.
Violeta es la presidenta del Movimiento por Nicaragua. Afable, conciliadora, incansable en la búsqueda de la unidad de las fuerzas de oposición a Ortega, apoyó hasta el último momento en las redes sociales a todos los que estaban siendo detenidos, y su voz de denuncia no bajo nunca de tono. Se podría pensar que entre ella, exiliada durante los años ochenta, los años de la revolución, y Dora María Téllez, forjadora de esa misma revolución, existe una gran distancia. Pero ambas luchan juntas por una nación diferente.
Dora María fue uno de los íconos de la gesta contra la anterior dictadura de Anastasio Somoza. A los 22 años, en 1978, fue la segunda al mando en la toma del Palacio Nacional y la encargada de las negociaciones con Somoza para el canje de los más de 60 presos políticos por los diputados del Congreso Nacional retenidos por el comando. Un año después, dirigió la toma de la ciudad de León, cuadra por cuadra, y puso en huida al general de cinco estrellas, comandante militar de la plaza.
Igual que Violeta, no rehuyó su captura, un operativo que involucró a decenas de vehículos policiales, un cerco militar en las calles adyacentes y drones volando sobre su casa. Y también, igual que Violeta, fue golpeada y esposada.
Cuando se ocultaba en casas de seguridad en tiempos de Somoza, a Dora María nunca la habrían cogido viva. Sucedió muchas veces. Guerrilleros solitarios que se enfrentaban a contingentes militares enteros, y su sacrificio era el ejemplo.
Hoy, el ejemplo es otro. La resistencia que se hace sin armas busca alterar radicalmente la manera en que los cambios políticos se han dado en la historia de Nicaragua, siempre un caudillo armado que encabeza una guerra contra otro caudillo que detenta el poder, y, al final, el libertador vuelve a entronizar una nueva dictadura.
Suena quizás a Gandhi, y suena a Martin Luther King. Y quizás se está abriendo una vía para romper el eterno círculo vicioso que ha convertido al país en un paria de la democracia, desprovisto de instituciones capaces de parar la mano del que siempre está dictando desde arriba capturas, tortura, muerte, exilio.
El secuestro de candidatos a la presidencia y de numerosos dirigentes políticos, y hasta de empresarios y banqueros, deja atrás la idea de que unas elecciones creíbles pueden darse en el mes de noviembre en Nicaragua. Ortega mismo ha dinamitado esa posibilidad, y cualquier remedo de elecciones que intente serán solo eso, un remedo, incapaz de otorgarle la legitimidad que busca para continuar indefinidamente en el poder.
Sergio Ramírez
www.sergioramirez.com
Sergio Ramírez
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