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Ucrania es México, y Kazajistán es Cuba

Putin ve con preocupación la agitación política en su traspatio eurasiático.

Déjà vu, o como decía el inolvidable beisbolista de los Yanquis de Nueva York, Yogi Berra: "¡Déjà vu, de nuevo!".
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¿Recuerda usted cuando el mundo estuvo al borde de la tercera guerra mundial por la imprudencia de Fidel Castro, quien se dedicó a sembrar misiles soviéticos por toda la isla apuntando a Estados Unidos, y John F. Kennedy le respondió imponiendo un bloqueo naval y negociando con Nikita Kruschev la retirada de los misiles?
Pues ahora resulta que en la última movida del ajedrez geopolítico, entre Vladimir Putin y Joe Biden, a propósito de Ucrania, la semana pasada los rusos invocaron el fantasma de la crisis de los misiles de 1962, amenazando con armar a Cuba y a Venezuela si no se resuelve a su favor la actual crisis en Ucrania.
La nueva vuelta de tuerca del conflicto entre las dos potencias mundiales plantea interrogantes y certidumbres. Para Putin, el rompimiento de los estrechos lazos de Ucrania con su país al derrumbarse el imperio soviético, y los coqueteos de Kiev con Occidente, incluida una posible inserción en la Otán, presentan una inaceptable amenaza potencial a su país.

Si EE. UU. puede intervenir y sancionar a Cuba, Rusia puede hacer lo mismo en sus esferas de influencia.

Para documentar su paranoia, Putin ve con preocupación la agitación política en su traspatio eurasiático, y hasta cierto punto, la alarma podría resultar comprensible. En agosto de 2020, Putin tuvo que enviar tropas a Bielorrusia para sostener al dictador local; en septiembre tuvo que intervenir en el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán para evitar una confrontación con Turquía; un mes después otro de sus clientes, el dictador de Kirguistán, tuvo que renunciar a la presidencia presionado por las manifestaciones populares en su contra, y en noviembre, su candidato perdió la elección presidencial en Moldavia frente a una candidata europeísta.
Por otro lado, es evidente que Rusia ha superado un período prolongado de debilidad y ahora se ve a sí misma como una gran potencia con intereses de seguridad, que defenderá y puede defender, usando la fuerza si es necesario.
Para Peter Hakim, presidente emérito del Diálogo Interamericano, "pudiera ser que Putin haya calculado que ahora que la presidencia de Joe Biden se ha debilitado y no puede liderar a sus socios europeos para responder a la amenaza rusa, sea el momento de plantear una nueva versión de la Doctrina Monroe respecto a las naciones que rodean su territorio, es decir, Ucrania es México, y Kazajistán es Cuba. Si EE. UU. puede intervenir y sancionar a Cuba, Rusia puede hacer lo mismo en sus esferas de influencia". Pero esto, dice Hakim, es mera especulación sobre algo que solo Putin sabe.
Otra alternativa sería lo opuesto. Putin ve tan fuerte a Biden que quiere forzarlo a equivocarse en Ucrania para facilitarle el camino a la presidencia a alguien confiable como su compinche Trump en 2024. Hakim piensa que Putin tiene una variedad de opciones (grandes, pequeñas, amenazantes, desagradables, económicas, cibernéticas, etc.) para hostigar a EE. UU. Y la respuesta de EE. UU. dependerá del tipo e intensidad del acoso, de la disposición de los aliados de la Unión Europea y de las condiciones políticas en EE. UU.
Para Greg Treverton, quien por tres años fue el presidente del Consejo Nacional de Inteligencia de EE. UU., "es difícil entender lo que Putin quiere. Se ha acorralado y quizá ahora lo único que quiera sea negociar algún tipo de garantías de seguridad para Rusia".
Andrés Rozental, un diplomático mexicano con enorme experiencia internacional, me dice: "No creo que la amenaza rusa de armar a Cuba y Venezuela sea creíble. Pero, si lo fuera, ya el secretario de Estado, Antony Blinken, respondió que EE. UU. reaccionaría con firmeza". ¿Cómo? No lo anunció.
Yo coincido con la opinión de los expertos y veo poco probable que Cuba esté dispuesta a revivir la pesadilla de 1962. Menos aún, que Maduro se atreva a desafiar a Biden de esa manera. ¡Veremos!
SERGIO MUÑOZ BATA
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