El ascenso al poder de líderes de izquierda en Perú, Bolivia, Argentina y México, aunado a la perpetuación de las dictaduras en Cuba, Venezuela y Nicaragua, ha sido calificado por algunos comentaristas ociosos como un resurgimiento de la marea rosada al continente.
¿Recuerda usted que a partir del año 2000, con la elección de Hugo Chávez en Venezuela, de Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, de Inácio Lula da Silva en Brasil, de Evo Morales en Bolivia y de Rafael Correa en Ecuador, mucho se habló de que el subcontinente se teñía de rojo?
En aquel entonces, el auge de las ventas de materias primas a China, el subrepticio comercio con el Gobierno iraní y la abundancia y generosidad de Chávez para repartir el petróleo venezolano entre sus países clientes hicieron pensar a muchos que la riqueza había llegado a la región gracias a la izquierda.
Poco duró la ilusión. Para 2015, el comercio con China disminuía considerablemente, la generosidad petrolera venezolana amainaba, al tiempo que el autoritarismo de líderes como Morales o Correa se agrandaba. El fracaso de los gobiernos de izquierda era evidente, y uno a uno empezaron a caer los dirigentes que no pudieron consolidar su gobierno en dictadura como Venezuela, Nicaragua o Cuba.
Frente a esta realidad histórica, la pregunta pertinente ahora es por qué razón los votantes de este puñado de países latinoamericanos reinciden en el error de hace dos décadas y eligen líderes que les prometen un bienestar que nunca llegará.
Para resolver la pregunta acudí a dos expertos en el tema latinoamericano: Peter Hakim, presidente emérito del Diálogo Interamericano, y el embajador estadounidense Charles Shapiro.
¿Hay unidad de principios entre los dirigentes de la marea rosada latinoamericana?
“En ciertos aspectos, sí –me dice Shapiro–. Todos comparten una ideología izquierdista, antineoliberal, anti-Banco Mundial, anti-FMI, pero cada uno gobierna a su manera”.
Y estas diferencias son, para Hakim, lo relevante. “Hay tres Estados autoritarios, Venezuela, Nicaragua y Cuba, pero los tres son poco ejemplares porque son considerados Estados parias en casi toda América Latina y en el resto del mundo. Lo importante sería analizar las diferencias que existen entre López Obrador, Fernández, Castillo o Arce”.
El fracaso de los gobiernos de izquierda era evidente, y uno a uno empezaron a caer los dirigentes que no pudieron consolidar su gobierno en dictadura como Venezuela, Nicaragua o Cuba.
¿Es la Revolución cubana el principio unificador entre Amlo, Lula, Fernández, Castillo y Arce?
“Los cinco respetan mucho a Cuba y su revolución –dice Hakim–, y ellos, y la mayor parte del mundo, se oponen a la intervención estadounidense en la isla y al embargo. Pero sin Fidel, Cuba ha dejado de interesarle al mundo. Poca gente sabe quién es el actual presidente de Cuba, y no creo que aporte mucho a la unidad de la izquierda”. Shapiro también duda de que Cuba sea fuente de inspiración. “Lo que todos estos quieren es encontrar la forma de sacar a su población de la pobreza”.
¿Ves en este resurgimiento de la izquierda un sentimiento antinorteamericano?
“No”, contestan ambos, y coinciden en que la elección de la nueva camada se debe al fracaso de las políticas de sus antecesores en temas de erradicación de la corrupción, seguridad, manejo de la economía, pérdida de confianza en las instituciones democráticas y combate a la pobreza.
De mayor trascendencia para ambos es que “Estados Unidos parece haber perdido el interés en la región justo cuando China se ha convertido en el socio comercial más importante de todos los países latinoamericanos, salvo México”.
Sin duda, pero, para mí, lo más trascendente es la desmemoria del electorado que vuelve a equivocarse poniendo su fe en demagogos populistas de izquierda que le ofrecen lo imposible.
¿Será porque los demagogos de derecha que han sustituido a los de izquierda también les han fallado a sus pueblos?
SERGIO MUÑOZ BATA