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Del pacifismo en las películas de guerra

¿Hay películas de guerra pacifistas o todas ellas inevitablemente glorifican el conflicto?

1917, la película que acaba de ganar el Globo de Oro en Hollywood y recibió diez nominaciones al Óscar, se une al ilustre subgénero de filmes de guerra con un declarado mensaje pacifista. A diferencia de las cintas de guerra tradicionales, en las que los soldados se dedican a matar soldados del ejército opositor, esta película narra el esfuerzo sobrehumano de dos soldados no para matar, sino para salvar a sus compatriotas de una emboscada durante la Primera Guerra Mundial.
1917 no tiene el mensaje abiertamente político de la estrujante Sin novedad en el frente, de Lewis Milestone (1930), basada en la gran novela de Erich Maria Remarque. Su trama es la trágica historia de un grupo de jóvenes alemanes que en la segunda década del siglo XIX ceden a la patriotera retórica de su profesor y se ofrecen como voluntarios para pelear en la Primera Guerra Mundial. Cuando el joven protagonista de la película regresa a su ciudad natal después de haber sido herido en combate y relata los horrores que sufrió, incluyendo peleas con ratas por migajas de pan, es agredido y denigrado por sus compatriotas, que lo acusan de traición a la patria.
De regreso al frente de guerra, a Paul Baumer lo mata un francotirador cuando su cuerpo sale un poco de la trinchera en un intento por atrapar una mariposa, y el informe del ejército constata que ese día transcurrió “sin novedad en el frente”. La gran ilusión (1937) es la obra maestra de Jean Renoir, que con elocuencia y elegancia construye una narrativa que sistemáticamente va destruyendo las barreras de las clases sociales y de las nacionalidades, y situando por encima de todo la solidaridad humana y la futilidad de la guerra. Senderos de gloria, de Stanley Kubrick (1957), es una estrujante denuncia de la estructura de la jerarquía militar que evita que los oficiales de élite sufran la brutal realidad de los soldados que tienen que pelear y morir en combate.

Esta película narra el esfuerzo sobrehumano de dos soldados no para matar, sino para salvar a sus compatriotas de una emboscada durante la Primera Guerra Mundial

El común denominador de estas películas es su rechazo a exaltar el patriotismo y a glorificar la guerra, pero ¿se vale describirlas como películas de guerra pacifistas?
Al cineasta François Truffaut se le atribuye una frase lapidaria: “No hay películas de guerra pacifistas”. Según el director de Los cuatrocientos golpes, Jules y Jim y La piel suave, las películas de guerra inevitablemente glorifican el conflicto al narrar la emoción del combate y la camaradería entre los soldados. Mientras que para Elie Wiesel, el escritor, activista político, premio nobel de la paz y sobreviviente del Holocausto, ningún medio puede representar fidedignamente un fenómeno tan perturbador como el campo de concentración de Auschwitz, y cuando una película intenta representarlo, inevitablemente lo trivializa.
Lo innegable, en todo caso, es que tres de estas películas tienen un decidido carácter antibélico y un fuerte posicionamiento político. Durante el estreno de Sin novedad en el frente en Berlín, una horda de nazi-fascistas dirigida por Joseph Goebbels, entonces líder distrital del Partido Nacional Socialista en Berlín, interrumpió la proyección de la película por órdenes de Adolf Hitler, quien la consideraba una cinta subversiva. Y fue también Goebbels quien declaró La gran ilusión el “cinematográfico enemigo público número uno”, y cuando los nazis ocuparon Francia ordenó decomisar el negativo original. El negativo fue enviado a Moscú cuando los soviéticos ocuparon Berlín, y solo en 1960, finalmente los soviéticos lo regresaron a Francia. La exhibición de Senderos de gloria estuvo prohibida en Francia por dos décadas, alegando que denigraba al ejército francés.
En este sentido, 1917 se diferencia de sus ilustres antecesores porque, no obstante su tono antibelicista, carece de un planteamiento político.
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