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Con sus insensibles tuits, Nerón instiga más incendios

Estamos a la espera de la resolución del caso de Floyd. La fiscalía enfrenta una prueba de fuego.

Esto fue lo que vi. El lunes de la semana pasada, un hombre blanco amparado en su uniforme de policía y rodeado por tres cómplices asesinó, lenta y fríamente, a un hombre negro, quien repetía constantemente, “no puedo respirar”.
La sádica imagen del policía presionando el cuello de George Floyd con la rodilla me recordó el predicamento de Eric Garner, otro afroamericano al que rodearon cuatro policías de Nueva York mientras uno de ellos le aplicaba una llave de lucha libre que le impedía respirar. Garner, al igual que Floyd, murió en la calle estrangulado por un policía.
Las muertes de Floyd y Garner no son casos excepcionales. La base de datos de 'The Washington Post' de seguimiento de tiroteos policiales revela que de 2015 a la fecha, la policía ha matado a balazos a 1,252 afroamericanos. La cifra no incluye a quienes murieron bajo la custodia policiaca o de alguna otra forma, no en un tiroteo.
También recordé el video de hace casi tres décadas que mostraba la salvaje paliza que un grupo de policías le propinaba a un automovilista llamado Rodney King, culpable de haber cometido una infracción de tránsito. Como director de noticias de una estación de televisión, atestigüé la indignación que provocó la absolución de los policías, las protestas por el veredicto y los injustificables saqueos.
Hace ya una semana del asesinato de Floyd, y las protestas y los saqueos han vuelto con fuerza en todo el país. La gran diferencia que noto esta vez es la cantidad de jefes de policía que condenan abiertamente el proceder del policía de Minneapolis. Donde antes la complicidad del gremio era férrea, hoy noto que hay mayor reflexión, introspección, mayor ánimo de reforma y mucho más empatía con la víctima.
Este gesto de buena voluntad de ciertas autoridades policiacas ha sido empañado por el presidente, quien desde su escondrijo en la Casa Blanca aviva las llamas del enfrentamiento con tuits cuyo objetivo es confundir a los manifestantes de una causa legítima con los ladrones que se aprovechan de la ocasión. Tuits que evocan los peores momentos de racismo en la historia del país. “Cuando empiezan los saqueos, comienzan los tiroteos”, ha dicho Trump para luego amenazar a los manifestantes con “soltar perros rabiosos y utilizar armas letales” para defenderse.
La estrategia de Trump es volver a instigar en su base el miedo a las minorías con datos falsos y mentirosos. “Las tasas de homicidios, asesinatos con armas de fuego y muertes por drogas son más altas en los condados, donde 9 de cada 10 residentes son blancos y donde Trump ganó en la elección de 2016”. Por el contrario, los lugares más seguros son aquellos donde conviven diversas razas y etnicidades.
En 1991, William Strauss y Neil Howe escribieron un libro en el que pronosticaban que para 2020 Estados Unidos entraría en una crisis tan grave que obligaría a los millennials a transformar el país. Lo que estamos viviendo en los primeros cinco meses del año parece darles la razón. Estados Unidos es un país agobiado por una crisis de salud que ha causado más de 100.000 muertos por el coronavirus, más que ningún otro país en el mundo; una tasa de desempleo del 15%, y un sistema de justicia que confirma la persistencia del racismo en el país.
Hoy estamos a la espera de la resolución del caso de Floyd y la fiscalía enfrenta una prueba de fuego. Si el cargo contra el policía es por asesinato en tercer grado vendrá una nueva y más violenta oleada de protestas. Pero si su sentencia y las de sus cómplices son adecuadas, debería presagiar una intensa reforma de la policía y del sistema de justicia, y como corolario, este noviembre habrá que sacar de la Casa Blanca al nuevo Nerón que con sus insensibles tuits instiga el incendio del país.
Sergio Muñoz Bata
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