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Para conservar la armonía con Estados Unidos

Gustavo Petro debe entender que dialogar con los demócratas será más fácil que con los republicanos.

Las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Colombia se establecieron hace 200 años, y es, por mucho, la conexión más antigua del continente. También ha sido particularmente cordial, única diría yo, entre Estados Unidos y un país del sur del hemisferio.
Para Estados Unidos, como declaró el presidente Joe Biden, “Colombia ha sido la piedra angular de nuestros esfuerzos por construir un hemisferio próspero, seguro y democrático”.
Para Colombia, Estados Unidos ha sido, desde 1999, el donante de un paquete de asistencia económica y militar que ronda los 13.000 millones de dólares. Una asistencia que no tiene par en América Latina.
Mantener esta relación de beneficios mutuos ha sido posible porque, hasta ahora, la cambiante ideología de los mandatarios de ambos países nunca ha creado obstáculos.
Hoy hay quienes piensan que la armonía podría alterarse por las diferencias en las agendas de los mandatarios de ambos países. Yo discrepo. Aunque las diferencias ideológicas entre Biden y Petro son evidentes, ambos son realistas y por ello creo que el colombiano debe aprovechar la coyuntura actual para entenderse con Biden y los demócratas lo antes posible. No solo porque en la agenda de trabajo hay temas que van a requerir tolerancia y apertura, sino porque en el Congreso estadounidense podría darse un cambio radical y a Petro le tocaría bailar con la más fea.
Imagine usted qué pasaría con la política de distensión hacia Venezuela que Petro plantea si el Partido Republicano llegara a ganar la mayoría en la Cámara de Representantes y en el Senado. Qué tipo de presiones recibiría de la brigada cubano-americana comandada por los senadores Marco Rubio y Ted Cruz y secundada por los representantes María Elvira Salazar, Carlos Giménez, Nicole Malliotakis, Mario Díaz-Balart, Anthony González, Alex Mooney, más los que llegaran a ganar.
Y qué decir de la negociación para continuar las conversaciones de paz con las Farc e iniciar un nuevo proceso con el Eln si se permite que el ‘lobby’ cubano-americano decida asuntos que competen a los colombianos.
Otro punto de conflicto sería el debate sobre la legalización de las drogas. Petro ha declarado que la guerra contra los estupefacientes ha sido un fracaso rotundo y aboga por su legalización. También quiere revisar el tratado de extradición de delincuentes a Estados Unidos y el tratado de libre comercio entre ambos países firmado en 2012.
Si Petro piensa que su país estará mejor normalizando la relación con la dictadura venezolana, lo menos que se merece es el beneficio de la duda. Si Estados Unidos mantiene relaciones con dictaduras en China o en Arabia Saudí, no tiene autoridad moral para decirle a nadie cómo llevar su política exterior. Solo los colombianos tienen el derecho de decirle a su presidente si están de acuerdo o no con sus políticas.
Aplaudo su decisión de dialogar con las guerrillas para completar el proceso de paz y dudo mucho que su propuesta de legalizar todas las drogas sea viable. Despenalizar el consumo es loable, creer que la legalización resuelve el problema de la criminalidad es ingenuo; por otro lado, exigir que se suspenda definitivamente la fumigación de los campos de cultivo es con glifosato es imprescindible.
La derecha norteamericana intentará descalificar a Petro por su pasado guerrillero porque no quiere entender que eso ya pasó y que el colombiano nada tiene que ver con tiranos como Nicolás maduro, Daniel Ortega o aspirantes a dictadores como Evo Morales. Petro debe entender que dialogar con los demócratas será más fácil que con los republicanos de ideología intransigente.
SERGIO MUÑOZ BATA
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