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La reforma policiaca es urgente y necesaria

La reacción violenta de la policía a una manifestación de protesta solo agrava el conflicto.

De Hong Kong a Estados Unidos, a Colombia, a Francia, a Nigeria, a Chile o México, las protestas populares proliferan, y por lo general, la policía las reprime con brutal violencia. Es como un juego con las matrioskas rusas que en su cuerpo esconden la siguiente.
¿Será esta la norma?
No, en Holanda, Alemania, el Reino Unido, Japón, Islandia o Noruega es inusual que la policía mate a sus ciudadanos. Según un informe del Council on Foreign Relations de Nueva York, en 2019 los policías estadounidenses mataron a 1.099 personas, mientras que en Alemania murieron once y en Noruega no hubo un solo muerto.
¿En qué radica la diferencia?
En la forma como un país democrático organiza, entrena, arma, y disciplina a sus cuerpos policiacos.
¿Por qué protesta la gente en las calles?
La causa inmediata varía de un lugar a otro. En Hong Kong, la gente salió a la calle a recuperar la libertad perdida; en Estados Unidos, a manifestarse contra el racismo; en Colombia, contra una reforma tributaria; en México, por la epidemia de feminicidios; en Francia, la protesta es casi un signo de identidad.
En todas, sin embargo, por debajo de la causa inicial hay otras que suelen ser más trascendentes. La mala distribución de la riqueza, una mala gestión de la actual pandemia, la polarización política, la inoperancia de los partidos políticos, los asesinatos de líderes sociales, las violaciones de los derechos humanos, el empobrecimiento y la desigualdad económica, y en un primer plano, la propia violencia con la que la policía enfrenta y confronta el derecho de los ciudadanos a expresar su descontento.
No es inusual que una protesta pacífica se torne violenta. Algunas veces, porque son infiltradas por anarquistas cuyo descabellado propósito es romper el orden establecido, destruir lo que no les pertenece y provocar la reacción policiaca.
Lo habitual, sin embargo, es que sea la propia policía la que crea mayor conflicto al intentar disolver la protesta violentamente, en vez de anticiparse a los acontecimientos y encontrar una fórmula preventiva. Cuando impera la confrontación no solo se amplifica la demanda inicial, sino que se generan nuevas protestas contra la forma como la policía reacciona.
En este sentido, me parece imperdonable el tuit del expresidente de Colombia Álvaro Uribe, pidiendo el apoyo popular al “derecho de soldados y policías de utilizar sus armas para defender su integridad y para defender a las personas y bienes de la acción criminal del terrorismo vandálico”.
En Colombia está probado que los agentes de la policía le dispararon a gente desarmada, y eso es inaceptable, aunque estoy consciente de que cualquier interacción entre la gente que protesta y la policía es extremadamente difícil. En ambos bandos hay seres humanos en situaciones que aceleran la adrenalina y que demandan enormes dosis de autocontrol. Pero los informes que se han escrito al respecto muestran que una reacción violenta desproporcionada de la policía agrava el conflicto.
En Estados Unidos ha surgido un movimiento radical que demanda abolir la policía y destinar el dinero de su financiamiento a inversiones en grupos comunitarios minoritarios.
¿Es esto viable?
Yo no lo creo ni lo recomiendo. Es indudable que debe haber una reforma radical de los cuerpos policiacos con historial de abuso, pero abolirlos no es la respuesta.
Hace apenas unos años que me tocó vivir un momento inolvidable en la estación de trenes de Fráncfort (Alemania), cuando vi a un perro pastor alemán detenerse a olfatear la maleta de un hombre y a tres policías arrestarlo sin desenfundar sus pistolas.
Me imagino que no siempre se resuelven así las interacciones entre policías y civiles, pero estoy seguro de que así deberían ser.
Sergio Muñoz Bata
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