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Clase media y elecciones

Diferenciar realismo y sostenibilidad fiscal respecto a ilusiones populistas será importante.

Sergio Clavijo
En 2022, Colombia estará enfrentando una contienda electoral que se focalizará en la suerte de la clase media. A pesar de la indeseable expansión de la pobreza, pasando del 35 al 42 % por la pandemia, el pivote electoral del país no parece ubicarse allí.
Será más bien el 38 % de la población que (antes de pandemia) estaba en posición ‘vulnerable’ la que definirá ‘la tonada’ del acordeón político que ella suele desempeñar en los ciclos socioeconómicos. En cambio, la porción estable de la clase media, en el rango 20-25 % del total, suele alinearse con el centro del establecimiento, que en Colombia ha impedido que llegue a la Presidencia un gobierno populista.
La clase media vulnerable corresponde al “agente económico representativo” de nuestra sociedad. Está dada por una familia de cuatro personas, donde dos adultos reciben ingresos de $ 4 millones/mes (2 s. m. l. cada uno); sus hijos atienden escuela pública buscando superarse para alcanzar el grupo del 4 % que logra ingresar a la Universidad Nacional. Su aspiración es que esos profesionales logren ubicar a nuevas generaciones como clase media estable.
En buena medida eso había venido ocurriendo en décadas recientes, cuando la clase media en América Latina se había ensanchado del 25 al 35 % del total. Más aún, la mitad de aquellos con origen de vulnerables (un 18 % de la población) había logrado escalar a clase media durante 1995-2015.
Así, la clase media ampliada totalizaba un 70 % de la población en América Latina, mientras que la franja de pobres se reducía del 45 al 30 % (antes de la pandemia). Estas cifras indican que el ascensor social ‘aspiracional’ estaba funcionando de forma aceptable en las últimas décadas en la región. ¿Y entonces por qué el surgimiento de protestas sociales en 2016-2019 (antes de pandemia)?
Han sido protestas globales, iniciadas desde la Primavera Árabe (2010-2012), allá reclamando libertades políticas, pero con resultados poco estimulantes. Después aparecieron sorpresivas protestas en países desarrollados (‘brexit’, tensión racial en Estados Unidos y ‘chalecos amarillos’ en Francia). Todos han sido disparadores sociales con variadas raíces, pero asociados a una frustración aspiracional de la clase media. El caso de Chile ha sido emblemático, pues mostraba los mayores progresos sociales.
En pandemia (2020-2021), la clase media ha recibido tratamientos diferenciales en América Latina. En Brasil, la porción vulnerable fue favorecida y evitó agravar la pobreza en 5 %. En cambio, en México, Amlo reescribió la película de Buñuel sobre ‘los olvidados’. Pero esto lo ha castigado el electorado recientemente a nivel territorial, pues su partido Morena perdió importantes bastiones y su papel de ‘acordeón’ político estará contrabalanceando sus ínfulas populistas.
¿Qué lecciones sociopolíticas podemos extraer de lo ocurrido en Brasil y México? Lo primero es que debe contenerse la pobreza absoluta para ganar gobernabilidad, pero esto suele requerir mayores recaudos para hacerlo sostenible. Y esto último solo se logrará con mayorías parlamentarias que permitan instrumentarlo. Colombia ha intentado hacerlo, pero los logros del paquete fiscal de septiembre (0,5 % del PIB neto de gastos) han resultado insuficientes.
Lo segundo es un compromiso con el ‘buen ciudadano’ de clase media expandida: construir una mejor agenda de bienes públicos (y a costo razonable para evitar el ‘suicidio chileno’) basada en una tributación más progresiva. Si bien este objetivo es similar al esgrimido por candidatos populistas, la diferencia está en su sostenibilidad al apoyarse en una expansión de la base tributaria y no en esquemas expropiatorios. Recientes encuestas indican que un 50 % de votantes aún no tienen candidato presidencial, luego entrar a diferenciar realismo y sostenibilidad fiscal respecto a ilusiones populistas será importante.
SERGIO CLAVIJO
(Lea todas las columnas de Sergio Clavijo en EL TIEMPO, aquí).
Sergio Clavijo
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