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Balance 2019... y el 2020 que nos llega

2020 será desafiante en lo económico y político. El periodo 2021-2022 será de inestabilidad fiscal.

Sergio Clavijo
El 2019 fue un año aceptable para el país. En el lado positivo cabe resaltar el moderado rebote del crecimiento hacia tasas cercanas al 3,1 % (enero-septiembre). Si bien ese guarismo está por debajo del 3,6 % que pronosticaba el Gobierno al inicio del año, hoy esa cifra luce ‘mejor’ en términos relativos al compararla con el 1,4 % del 2017 o con el pobre desempeño de 0,5 % de América Latina en el 2019.
Pero para quienes se alegran por los desvaríos del prójimo (México, Chile y Brasil por debajo del 2 % o Argentina al -2 %), la verdad es que esta recuperación de Colombia todavía resulta insuficiente para despejar las angustias sociales que nos generan la tensión del mercado laboral y la estrechez presupuestal. En efecto, el desempleo viene escalando del 9 hacia el actual 10,7 % en promedio-año durante el último quinquenio, y los 2,7 millones de desempleados (500.000 inmigrantes venezolanos) son caldo de cultivo de candentes protestas sociales. Haber reajustado el salario mínimo al 6 % para 2020, nuevamente por encima del recomendable 4,5 %, poco estará ayudando a contener el desempleo.
Otra área destacable del 2019 para Colombia tuvo que ver con las elecciones territoriales, tanto por sus resultados de centro político más inclusivo como por la relativa calma con que ellas transcurrieron en la era de posconflicto. Los nuevos alcaldes de numerosas ciudades inician sus mandatos con un capital político fresco y esperanzadora independencia en este 2020. Esta grata combinación es la mejor fórmula anticorrupción.
Se ha dicho que la figura emblemática del 2019 fue el cacerolazo. Pero esa errada conclusión haría pensar que Colombia vive un escalamiento de la inflación (en realidad, al 4 % anual) o deterioro de la pobreza-indigencia, cuando ambas cifras se han logrado reducir a la mitad (26 y 15 %, respectivamente).
La figura del 2019-2020 continuará siendo ‘la protesta desinformada’. Las redes generan superficialidad de titulares y poca reflexión. Los medios profesionales tienen la importante tarea de ser veedores de los hechos-factuales. La acción pública tiene que guiarse por mecanismos democráticos, no por el caos de las protestas callejeras que intentan empoderar a grupos no elegidos por voto popular. Con razón ha dicho la administración Duque que ella está en la tarea de escuchar atentamente a quienes protestan, pero que esas son mesas de diálogo-concertación, mientras que las leyes deben continuar el proceso de las ramas Legislativa-Ejecutiva-Judicial.
El año 2020 será desafiante en lo económico y en lo político. A nivel macrofiscal, el 2019 fue de transición de un buen recaudo tributario hacia un 2020 de altas exigencias presupuestales y menor recaudo. Tras la ley tributaria, aprobada a finales del 2019, el periodo 2021-2022 será de creciente inestabilidad fiscal. De una parte, el recaudo estará descendiendo del 14,2 % del PIB hacia cerca del 13,4 % del PIB, una vez se netean los efectos positivos del mayor recaudo proveniente de los hogares ricos con el menor recaudo de los excesivos alivios otorgados a las firmas y de la perforación del IVA. El pulso legislativo lo ganó, infortunadamente, la ‘confianza inversionista 2.0’. La quimera de que los alivios tributarios de las firmas y los mayores subsidios se pagan solos no ha ocurrido ni en Cafarnaúm.
De otra parte, los gastos operativos estatales (sueldos y transferencias territoriales-pensiones) continuarán creciendo a ritmos inerciales del 4 % real anual. Para 2021-2022, en ausencia de drásticos correctivos, la deuda del Gobierno central se estaría elevando del actual 51 hacia el 56 % del PIB. Ojalá el Gobierno reviva entonces su plan B de enajenación de activos, pues, de lo contrario, el dictamen de las calificadoras de riesgo no lucirá positivo.
SERGIO CLAVIJO
Sergio Clavijo
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