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Uribe mentiroso

Lo grave no es abrirle los micrófonos a Uribe, lo preocupante es no controvertirlo al aire.

Sara Tufano
Contrariamente a lo que algunos piensan, yo sí creo necesario escuchar al expresidente Uribe. Varias son las razones: Uribe construyó una fuerza política que depende exclusivamente de lo que él diga; su partido, el Centro Democrático, no está compuesto por cuadros, sino por un séquito de aduladores sin criterio ni formación política. Además, sus palabras son un indicador de lo que le espera a la oposición en las próximas elecciones en un contexto de pérdida de hegemonía del uribismo.
Así, lo grave no es abrirle los micrófonos a Uribe, lo preocupante es no controvertirlo al aire ni decirle a la audiencia cuáles son sus mentiras. Los periodistas no son capaces de contradecirlo públicamente, o lo hacen tímidamente, una vez finalizada la conversación. Eso fue lo que sucedió en su entrevista a ‘La W’ el pasado viernes 14 de junio.
Nadie puede negar que Uribe mintió con respecto a las cifras de las disidencias de las Farc. El 5 de junio, la agencia ‘Reuters’ publicó un artículo en el que aseguraba que, según informes de inteligencia de la Fuerza Pública, casi un tercio de exguerrilleros habían vuelto a la clandestinidad. Un tercio de los casi 7.000 guerrilleros que entregaron las armas, es decir, 2.300 exguerrilleros. Uribe habló de 5.000 exguerrilleros, pero ¿se trata de exguerrilleros reincidentes en disidencias o de nuevos reclutas? ¿Por qué la agencia ‘Reuters’ no tuvo acceso a los informes de los que habla Uribe? Las cifras de la agencia ‘Reuters’ son erróneas, pero supongamos que no lo sean, ¿es posible que en tan solo 8 días 2.700 exguerrilleros hayan retomado las armas? Imposible. No se trata solamente de preguntarle cuáles son sus fuentes, hay que exigirle a Uribe que desglose sus ideas.

El uribismo desconoce el dolor de las víctimas y prefiere la ley del talión: no busca reparar el daño causado, sino que busca la venganza contra el infractor

En esa misma entrevista, con el pretexto de descongestionar la justicia, Uribe propuso convertir a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) en una sala especial de la Corte Suprema de Justicia o de una corte única. Es decir, propuso suprimir la JEP. Por ignorancia o mala fe, Uribe equipara la justicia punitiva con la restaurativa. Pero la justicia que pide a gritos el uribismo no es la que claman las víctimas. El uribismo está aferrado al paradigma retributivo, anclado a la idea de infligir dolor. El acuerdo de paz, como ya se ha dicho, supone un cambio de paradigma, pues supera la lógica del castigo.
El uribismo desconoce el dolor de las víctimas y prefiere la ley del talión: no busca reparar el daño causado, sino que busca la venganza contra el infractor, es decir, lo que busca es perpetuarse como fuerza política, pues sin ese deseo de venganza hacia algo o alguien no podría subsistir. El uribismo, que apela a un ‘ethos’ punitivo de mano dura contra el delito, perdería su razón de ser en una sociedad que ha interiorizado una nueva forma de impartir justicia.
“Incluso antes de haber terminado de cumplir mi condena, me di cuenta de que había un problema al cual los tribunales no podían dar respuesta, tenía que darla yo. Había una deuda de justicia hacía las víctimas. Un proceso muy largo, en particular para mí que tenía que perforar una dura coraza ideológica, construida durante muchos años de violencia, y hacer entrar un poco de luz”. Andrea Coi, exmilitante de las Brigadas Rojas, se refería así a un proceso de mediación reparadora que tuvo lugar, por más de 7 años, entre víctimas y responsables de la lucha armada en Italia durante los “años de plomo”. La pena se cumple para satisfacer al Estado que se ha robado el conflicto entre la víctima y el victimario. Pero la justicia no se agota en el cumplimiento de una pena. ¿Es la prisión para el victimario lo que quieren realmente las víctimas? ¿O es conocer la verdad y darle un sentido a su dolor?
En su entrevista a ‘La W’, Uribe reconoce, en al menos tres ocasiones, que hay procesos en su contra en la Corte Suprema de Justicia. Ahora, supongamos que Uribe sea hallado culpable, ¿qué dirían sus víctimas? ¿Quisieran que permanezca en la cárcel o que cumpla una sanción restaurativa que satisfaga sus derechos siempre y cuando reconozca verdad y responsabilidad? En este sentido, lo último que quisiéramos es que esos procesos se perdieran en uno de los tantos archivadores de alguna de las salas de la corte única que propone Uribe. Es esta propuesta la mejor forma de garantizar su impunidad.
Sara Tufano
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