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Naciones Unidas y la paz

Naciones Unidas y la paz

Gracias a su labor, es posible decir que el acuerdo de paz sobrevivió su más duro viacrucis.

Tras cinco años de la firma del acuerdo, nadie logró hacer trizas la paz y eso hay que celebrarlo. Una de las razones por las cuales resultó tan difícil desandar lo andado tiene que ver con el empeño que le puso el gobierno anterior a blindar internacionalmente el resultado de los diálogos. Con la comunidad global mucho más convencida que los mismos colombianos de los beneficios de la paz y completamente volcada a garantizar la implementación de lo acordado, hoy podemos decir con tranquilidad que los acuerdos sobrevivieron su prueba más dura: un gobierno y un partido de gobierno –en el mejor de los casos– poco convencidos y –en el peor– absolutamente adversos a la implementación.

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Uno de los actores internacionales esenciales en la tarea de asegurar que la letra del acuerdo se hiciera realidad para muchos colombianos fue la ONU. La Misión de Naciones Unidas, como se sabe, fue establecida según una resolución del Consejo de Seguridad para monitorear y verificar la dejación de armas, los compromisos relacionados con la incorporación, las garantías de seguridad y más tarde –gracias a una ampliación del mandato– también fue encargada de verificar las sanciones de la Jurisdicción Especial para la Paz.

La Misión ha intentado cumplir con estos objetivos a la sombra de un Estado estructuralmente débil y de un gobierno poco comprometido. Pero en vez de denunciar constantemente los incumplimientos y dedicarse a la diplomacia del micrófono, ha maniobrado con discreción, resaltando las instancias en las que hay logros y construyendo consensos dentro y fuera del país que le permitan presionar más y que le eleven al Gobierno el costo de patear el tablero de la paz. En parte gracias a su labor, es posible decir que el acuerdo de paz sobrevivió su más duro viacrucis.

La Misión verificó la entrega de 8.994 armas, 1’765.862 municiones de diferentes calibres de armas ligeras, 38.255 kilogramos de explosivos diversos, 51.911 metros de cordón detonante y mecha lenta, 11.015 granadas de mano y de 40 mm, 3.528 minas antipersonales, 46.288 iniciadores-estopines y 4.370 municiones de mortero. Además, recibió información sobre la ubicación de 1.027 caletas, de las cuales se lograron neutralizar 750. Todas estas armas se dejaron de usar en contra de colombianos. Todas estas armas significan miles de vidas que se salvaron gracias al proceso de paz.

Uno de los actores esenciales en la tarea de asegurar que la letra del acuerdo se hiciera realidad para muchos colombianos fue la ONU. 

Se ha vuelto lugar común, incluso entre internacionalistas, sugerir que las organizaciones internacionales están en crisis y que ya no sirven para nada. Es muy posible que a esta conclusión equivocada se llegue justamente porque la labor de estas instituciones es silenciosa y el éxito en su tarea depende justamente de su discreción. Por eso, las actividades y los logros de la Misión rara vez son registrados en titulares de prensa. Ese es el sesgo natural de los medios de comunicación, y es preciso hacerle el quite para no terminar fomentando un discurso que debilite y le reste legitimidad a tan importante labor.

Sin Naciones Unidas, sin sus incansables trabajadores, colombianos y extranjeros, la comunidad internacional y los sectores nacionales defensores de los acuerdos no se hubiesen alineado tan eficientemente a favor del proceso de paz en el momento en el que era más importante hacerlo. Sin el apoyo y la visibilidad que se han hecho explícitos en dos visitas del secretario general de Naciones Unidas, sin su labor para ayudar a generar confianza después de tantos años de guerra, sin su cercanía y articulación con la sociedad civil y su apoyo a las víctimas, el camino hacia la paz hubiese sido aún más tortuoso. Ojalá el secretario general nos acompañe otra vez celebrando la supervivencia de los acuerdos durante estos cinco años. Es posible (crucemos los dedos) que los días más difíciles estén cerca de quedar atrás.

SANDRA BORDA GUZMÁN

(Lea todas las columnas de Sandra Borda Guzmán en EL TIEMPO, aquí)

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