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Las fotos de Guaidó

No haber generado sospecha frente a unos civiles con revólver al cinto es una conducta ingenua.

Sandra Borda Guzmán
La semana pasada, cuando fueron publicadas las fotos del líder de la oposición en Venezuela en compañía de miembros de ‘los Rastrojos’, las reacciones no se hicieron esperar. Tanto las de aquellos que infirieron rápidamente una alianza entre el Gobierno colombiano, la oposición venezolana y el paramilitarismo como las de quienes sugirieron que a las fotos no se les debía dar ninguna importancia.
No coincido con ninguno de estos dos argumentos. No creo que las fotos sean evidencia suficiente de la existencia de un vínculo entre la oposición y/o el Gobierno colombiano con ese grupo criminal. Yo, al menos, necesito algo más que unas fotos para llegar a esa conclusión. En el agite del paso clandestino que tuvo que hacer Guaidó para llegar a Colombia, considero posible que se haya tomado fotos con gente que no conocía.
Es más, para llegar a la conclusión de que ese matrimonio por conveniencia tiene lugar, sería necesaria casi tanta o más documentación de la que existe, por ejemplo, alrededor de los vínculos entre el chavismo y la guerrilla colombiana. Y necesito tantas pruebas, entre otras razones, porque no entiendo el cálculo que estaría haciendo la oposición venezolana al acercarse a semejante grupo. No logro comprender qué ganarían con ello.
Pero no hilar tan fino tampoco nos obliga a no hilar del todo. Y justamente por esa razón, una muy buena parte de la prensa internacional no dejó pasar el asunto de largo. Es bien posible que Guaidó no supiera con quién se estaba fotografiando, pero también lo es que sabiendo que la frontera está plagada de grupos irregulares, no haber generado un poco de sospecha frente a unos civiles con revólver al cinto es una conducta ingenua y hasta políticamente irresponsable.
Si la oposición venezolana se quiere constituir en una verdadera alternativa a un régimen opresor y aliado con grupos irregulares, no se puede dar el lujo de equivocarse de esta forma. Y, para colmo, la equivocación se hace pública la misma semana en la que Colombia y otro grupo de países estaban gestionando la invocación del Tiar, arguyendo, entre otras razones, que la cercanía entre el oficialismo venezolano y la guerrilla colombiana es una amenaza para nuestro país. Peor momento, imposible.
En una discusión que tuvimos sobre este tema en Hora 20 de Caracol, Juan Carlos Flórez lo sentenció con lucidez: “La mujer del césar no solo debe ser honrada sino, además, parecerlo”. La batalla entre la oposición venezolana y el oficialismo es una batalla de principios, una batalla por la recuperación del Estado de derecho y por el respeto a la democracia. Una batalla de principios no se puede dar desde la más mínima cercanía a cualquier forma de ilegalidad, o si no perdería toda su legitimidad.
Por eso, Guaidó tiene la obligación de ser cauteloso. Decir que no sabe con quién se toma fotos es una explicación incompatible con la responsabilidad de la que ha sido investido como líder de la oposición.
Por eso no se hace ningún favor ni tomándose las fotos ni reaccionando ante el escándalo que generaron con tanta superficialidad. Y, dicho sea de paso, tampoco se hace un favor el Gobierno colombiano, que tanto ha reiterado su compromiso con la legalidad, haciéndose el de la vista gorda con este asunto. Las alianzas en lo internacional no son incondicionales, y lo mínimo que le debe la oposición venezolana al Gobierno colombiano por la arriesgada estrategia que está implementando frente al régimen venezolano es un compromiso con mantenerse intachable, legal, hasta en las fotos.
Duque debería reiterar esa exigencia y no proponer una indulgencia que suena a doble moral: si no tolera las alianzas del régimen madurista con la ilegalidad, debería ser igualmente firme con la posibilidad, por remota que sea, de que la oposición siga el mismo camino.
Sandra Borda Guzmán
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