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Vacuna y propiedad intelectual

Vacuna y propiedad intelectual

Protección a propiedad intelectual obstaculiza, según autores, la distribución eficaz de la vacuna.

El próximo gran reto del sistema internacional será, sin duda, la adquisición y distribución de la vacuna contra el coronavirus a lo largo y ancho del mundo. Por lo que hemos visto hasta ahora, todo parece indicar que se avecina otro capítulo de “los poderosos hacen lo que quieren y los débiles, lo que pueden”.

Prabhala, Jayadev y Baker denunciaron ayer en The New York Times que Estados Unidos, la Unión Europea, el Reino Unido, Noruega, Suiza, Japón, Canadá, Australia y Brasil se han opuesto sistemáticamente a una propuesta en la Organización Mundial del Comercio (OMC) que eximiría excepcionalmente a los países miembros de aplicar la normatividad sobre patentes, secreto comercial y monopolio farmacéutico contemplada en el acuerdo comercial de la misma OMC relacionado con los derechos de propiedad intelectual.

Estas protecciones a la propiedad intelectual están obstaculizando, arguyen los autores, la distribución eficaz y a precios razonables de la vacuna. Así las cosas, la propuesta de India y Sudáfrica es que la OMC cree un waiver o excepción para que los países les puedan permitir a sus compañías farmacéuticas producir versiones genéricas de las vacunas.

En lo internacional, también la pandemia golpeará más fuertemente y por más tiempo a los más pobres. El daño grueso que produjo no fue uniforme.

El argumento en favor sugiere que solo suspendiendo temporal y excepcionalmente los derechos de propiedad intelectual sobre la vacuna se asegurará que los países ricos no sean los únicos con acceso a las vacunas y medicinas necesarias para controlar la pandemia.

En contra, se afirma que la medida atentaría contra la innovación de la industria farmacéutica justo cuando más se le necesita. Además, la transferencia de tecnología es crucial para lograr una mayor y mejor distribución, pero se propone más bien la creación de mecanismos voluntarios para lograr este propósito. Algo parecido a la caridad, pero en su versión global.

La pelea con las farmacéuticas por el acceso a las drogas y los precios no es nueva. Por ejemplo, en Sudáfrica hay un enfrentamiento entre Médicos sin Fronteras y Pfizer porque la patente de la vacuna contra el neumococo ha sido bloqueada y no se ha permitido el desarrollo de versiones diferentes. En general, la lógica del negocio no ha estado alineada con las necesidades apremiantes de la salud pública.

Las decisiones en la OMC se logran por consenso y es difícil que la propuesta de India y Sudáfrica logre salir adelante, aunque más de 100 países se han manifestado a favor. Una vez más, los intereses de las grandes compañías farmacéuticas se pondrán por encima de la preservación de la salud de miles de ciudadanos de países del Sur global. La tardanza y el costo que tendrán que pagar para acceder a la vacuna serán la causa de muchas más muertes por culpa de la pandemia.

Como si esto fuera poco, es posible que el Norte global una vez inmunizado empiece otra vez a cerrar sus puertas frente al Sur aún contaminado. Las restricciones a la movilidad no se reducirán. Además, mientras más se tarden los países menos desarrollados en obtener la vacuna y usarla, más tiempo tomará que sus economías regresen a la tan anhelada normalidad. Y mientras ello ocurre, el Norte global estará listo para seguir avanzando y el abismo que separa al uno del otro solo tenderá a profundizarse.

En lo internacional, también la pandemia golpeará más fuertemente y por más tiempo a los más pobres. El daño grueso que produjo esta pandemia no fue uniforme: no hubo un mejor amigo de la desigualidad, en lo local y en lo global, que el coronavirus.

Ahora, paradójicamente, lo que debería ser una buena noticia (la invención de la vacuna) dejara una vez más al descubierto que los Estados están más preocupados por proteger a sus grandes compañías y la riqueza que ellas generan que por actuar basados en el principio de la solidaridad internacional.

Sandra Borda G.

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