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Fiesta bravísima

Incidentes en la Santamaría son manifestaciones del conflicto que está a flor de piel en la ciudad.

Rudolf Hommes
Lo que sucedió en Bogotá el día que reabrieron la plaza de Santamaría para la nueva temporada taurina y los incidentes de violencia que tuvieron lugar por enfrentamientos entre los que se oponían a esa reapertura (o los que aprovecharon esa protesta para promover desorden) y los que asistían a la corrida no fueron actos aislados, ni sucedieron por instigación de los animalistas –que por definición son pacíficos–, descuido de ellos o del Alcalde, o exceso de despliegue de la Fuerza Pública.
Son manifestaciones del conflicto latente que está a flor de piel en la ciudad y se revela con cualquier pretexto. La alcaldía de Gustavo Petro empoderó políticamente a los habitantes de estratos uno y dos, o sea, a los más pobres, que obtuvieron en su administración una atención que desde Gaitán nadie más les había brindado. Estos ciudadanos son ahora indiscutiblemente leales e inalterables partidarios del exalcalde y, en consecuencia, adversarios permanentes del alcalde actual.
En Bogotá ha ocurrido con Petro algo similar a lo que sucedió en Argentina en 1945 cuando las clases populares crearon espontáneamente el escenario para que Perón se convirtiera en conductor de masas y figura predominante en el panorama político argentino (ver Félix Luna, ‘El 45’, en la red). En Bogotá, en los barrios populares está vivo un sentimiento similar a favor de Petro, y hay grupos espontáneos muy activos en la promoción de la revocatoria de Peñalosa. En las redes sociales promueven y defienden esa iniciativa acusando al alcalde de desbaratar la obra de Petro y son proclives a creer los peores rumores sobre Peñalosa y sus políticas. Se suman a cualquier manifestación de protesta en la ciudad, cuando no son ellos mismos los organizadores de demostraciones que convocan por las redes sociales.
Por otra parte, están los inconformes y los indignados con el lento progreso de los campamentos donde se va a situar la guerrilla mientras se cumplen las condiciones para la entrega de las armas, con los asesinatos sistemáticos de líderes comunitarios, Odebrecht y la injusticia social. Y están los jovencitos enmascarados que provocaron los peores incidentes de violencia el domingo pasado durante la protesta por la reapertura de la plaza de toros. Los animalistas niegan tener vínculos con ellos y los que están con Petro sospechan que han recibido entrenamiento y les dicen ‘paraquitos’.
Todo esto contribuye a que en cualquier momento haya disturbios porque estos grupos participan en cualquier protesta que surja contra el sistema de transporte público, el trato a los indigentes, la recolección de basuras, la política educativa, la seguridad, el crimen, la trata de blancas en San Victorino, o hasta la alimentación de las palomas en la plaza de Bolívar.
A este ambiente tan propicio a explotar le adiciona volatilidad el reingreso de Petro a la oposición abierta a Peñalosa, impulsado por las acusaciones que le han hecho de promover los disturbios del domingo en compañía de su hija adolescente, y la confirmación de que tiene legiones de gente joven y activa a su disposición para trabajar en su campaña presidencial.
Hay que añadirle a esa mezcla explosiva la muy baja popularidad del Alcalde, quien no ha demostrado el menor interés de crear un ambiente positivo de opinión no obstante estar trabajando con convicción por una mejor ciudad. Seguramente lo va a lograr, como lo hizo en su anterior alcaldía, cuando también intentaron revocarlo.
No pudieron haber sido más inoportunos la reapertura de la plaza de toros y el desfile de taurófilos vistosamente vestidos por barrios que rara vez frecuentan, exhibiendo en forma desafiante boletas cuyo precio está fuera del alcance de los inconformes.
RUDOLF HOMMES
Rudolf Hommes
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