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Terquedad

Es terca la violencia colombiana, que es una resignación perversa a la violencia humana.

Ricardo Silva Romero
Es terca la guerra colombiana, pero también lo es la gente que se le resiste. Ya han sido asesinados cinco candidatos a las elecciones de octubre, cinco, como si el exterminio de los opositores no hubiera sido un plan macabro de los ochenta puesto en marcha por el cartel de Medellín o por el DAS o por el paramilitarismo financiado por las “fuerzas oscuras”, sino que siguiera siendo una forma siniestra –y normalizada– de hacer política: la nuestra. Se ha determinado desde la Misión de Observación Electoral (MOE) que ya hay 15 aspirantes amenazados por bandas empeñadas en recrear el horror típico de acá, que ya hay 114 municipios en riesgo para estas votaciones y que la estigmatización de los rivales todavía es una orden de letalidad que no tiene vuelta atrás. Pero determinarlo es encararlo.
“¡Por Dios, no sean irresponsables, esto puede traer para mí consecuencias incluso fatales!”, les reclama a sus contendores la valiente Karina García Sierra, candidata a la alcaldía de Suárez, Cauca, en un video grabado nueve días antes de haber sido asesinada a tiros entre su camioneta blanca: tendríamos que ver y oír su denuncia urgente una y otra vez, “cuatro sujetos armados manifestaron que tenían orden directa de no permitir que mi publicidad fuera puesta”, y “es muy triste que se haga esto justo con la candidatura de la primera mujer que decide participar en las contiendas electorales”, y “pido que no se sigan haciendo esos comentarios enfrente de grupos armados”, hasta desacostumbrarnos a que aquí pueda matarse porque sí: porque se puede y se quiere y no es tabú aniquilar a quien ponga problema.
Es terca la violencia colombiana, que es una resignación perversa a la violencia humana, pero también lo es este empeño de narrarla con la ilusión de conjurarla, de denunciarla a ver si un día escuchamos la denuncia. Desde siempre se ha renegado del periodismo del país, por pecar de pensamiento, palabra, obra y omisión, pero lo cierto es que nuestros reporteros tercos y serios y alérgicos a la lambonería han sido un movimiento de resistencia a esta guerra sucia. Ahora mismo, en la Gran Depresión de los Medios, están contándonos los pormenores del presente para librarnos de las masacres de los adversarios, de los llamados a las armas y los odios y los miedos, y de las versiones amañadas de los hechos, y lo único que hay que hacer es recibir esos relatos.

Hay que conocer las amenazas de muerte que les están llegando, por debajo de la puerta, a tantos políticos que se niegan a callar la barbarie en estas elecciones regionales

Están contándonos cómo los grupos armados ilegales exterminan a los líderes sociales e incendian estas elecciones para quedarse con las tierras.
Están mostrándonos la camioneta abaleada y calcinada de García Sierra para que sea claro que también esta es la peor época y que tampoco es normal.
Y hay que conocer y dar a conocer sus informes agónicos para seguírseles plantando a los despojadores que asedian e intimidan a estas democracias que apenas se ven desde los edificios de las ciudades colombianas.
Hay que conocer las amenazas de muerte que les están llegando, por debajo de la puerta, a tantos políticos que se niegan a callar la barbarie en estas elecciones regionales. Hay que ver y oír a García Sierra una y otra vez: “¡Y hoy me llaman a advertirme de que tenga cuidado porque están orquestando pegarme un susto en la vereda!”, anuncia, en otro video sin pelos en la lengua, veintiún días antes de ser asesinada, “yo les pido que piensen que aquí, detrás de esta candidata, hay una mujer, una madre, una hija, una esposa, una hermana, una amiga que puede salir herida: hoy hago un llamado para que no permitamos que sea por medio de las mentiras y de la violencia que nos obliguen a votar siempre por los mismos...”. Nunca me han gustado mucho los puntos suspensivos. Pero los dejo allí para que sea claro que esto sigue.
www.ricardosilvaromero.com
Ricardo Silva Romero
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