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Santos metió gol olímpico

Santos metió gol olímpico

Aleluya: vestidos con blanca guayabera costeña, sin armas ni metralletas, pidieron perdón por sus torpes crímenes, por el dolor que causaron.

Que las prepotentes Farc sigan prometiendo no secuestros, no dinamitar oleoductos ni carreteras es un triunfo del presidente Santos, de sus voceros en La Habana, de su sobria Canciller y de la ONU, que nos tendió la mano vía Ban Ki-moon. La sexapilosa comentarista Eva Rey me decía que el abrazo entre Santos y ‘Timochenko’ lo vio como una película que planeaban realizar y resultó cierta. Yo, discípulo de Messi y sabio futbolero, le dije que Juan Manuel Santos (hincha santafereño) al amasar a las iracundas Farc hizo lo más parecido a un gol olímpico, que es meter el balón en la portería contraria desde la esquina de la cancha.

Lo veo y no lo creo: que las arrogantes y fantoches Farc estén hablando hoy en tono menor de pacifismo es una conquista del presidente Santos y sus asesores. Santos, a punta de coraje, audacia y terquedad, logró que las Farc decidieran hacer política sin metralletas. Los aplausos que recibió en Cartagena fueron por su golazo olímpico, por su chilena política y diplomática. Tendrá muchos votos por el Sí, entre ellos el de este frívolo columnista; el de mi pareja, Lulita Arango, y el de las 17 amigas que veo en la peluquería. ¿Cuántos votos sacará el No? Apunten, apuesten.

Medio país se pegó el lunes al televisor. Cartagena recibió a los 14 presidentes con 33 grados de calor. Nada de whisky, vino blanco o cerveza. Para la sed hubo tres discursos y poder ver a un presidente legítimo, Juan Manuel Santos, en sobrio y distante abrazo con ‘Timochenko’, exjefe de un grupo exguerrillero al que llamaban Farc. ¿Que las Farc tienen 5.000 millones de dólares en sus escondites caqueteños? Si los tienen, busquen ese billetón, es dueño el que los encuentre.

Lo vi y casi no lo creo. En Cartagena vi llegar, en autos blindados del Gobierno legítimo, a siete duros excomandantes de las Farc. Aleluya: vestidos con blanca guayabera costeña, sin armas ni metralletas, pidieron perdón por sus torpes crímenes, por el dolor que causaron. Lo serio es recibirlos en la política y que el periodismo y la ley los vigilen al centímetro. Aleluya: chau a ‘Timochenko’, ya es suficiente; corran a leerse el novelón de Angelina Jolie y el coquetón y pintoso Brad Pitt, que se fatigó de los reclamos diarios de su Angelina y, como todo marido machista, se hizo el sordo y se fugó.

Poncho Rentería

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