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Un encuentro afortunado

Me sorprendió recordar que la evolución política de Mario Vargas Llosa era igual a la mía.

Fue para mí una agradable sorpresa encontrar en la Feria del Libro a Mario Vargas Llosa. De él soy amigo desde remotos tiempos, cuando vivía en Barcelona y yo en Mallorca. Solíamos tener varios encuentros, ya fuese en su casa o en la de Gabo, nuestro estrecho amigo.
Compré el último libro de Mario, 'La llamada de la tribu', que leí el domingo pasado de un tirón. Como en sus primeras páginas recoge un rasgo autobiográfico de su autor, me sorprendió recordar que la evolución política de Mario era igual a la mía. Cuando éramos estudiantes reinaban unas feroces dictaduras militares en todo el continente, tanto en su país como en el mío, de modo que la más rotunda respuesta a esta realidad era una juventud radical, muchas veces impregnada de marxismo. Esta peligrosa inclinación ideológica llevó a Mario a rechazar la aceptación de la Universidad Católica que le proponían sus padres y a elegir para sus estudios la universidad pública de San Marcos. Allí ingresó al grupo Cahuide, de evidente proximidad comunista.
Muy pronto la revolución cubana despertó en todos los jóvenes una encendida pasión, al sospechar que su socialismo era fresco y nada sectario. En 1964, Mario viajó a Cuba por primera vez, en plena crisis de los cohetes que Rusia acabó retirando para evitar una confrontación bélica con Estados Unidos. Le emocionó ver a los jóvenes cubanos cantando en las calles “Nikita, mariquita, lo que se da no se quita”.

El liberalismo ha sido vilipendiado y calumniado a lo largo de la historia, pero su pensamiento ha representado, como escribe Mario, la verdadera cultura democrática.

Poco a poco, después de cinco viajes, la realidad terminó derrumbando su pasión por la Revolución cubana. El punto crucial de su aversión fueron los campos de concentración llamados Umap, donde se encarcelaban políticos, intelectuales que habían manifestado reparos a Fidel, homosexuales y delincuentes comunes. Su ruptura definitiva tuvo lugar en la revista Libre, publicación que agrupaba a los principales escritores del boom y se editaba en París bajo mi dirección.
Al saber que el poeta Heberto Padilla había sido detenido injustamente en La Habana, Mario escribió una carta a Fidel que terminó para siempre su relación con el régimen cubano. Lo mismo le ocurrió al viajar a Rusia y descubrir allí la pobreza reinante, los borrachos tirados en la calle, la falta de información y la claustrofobia colectiva.
Después de este profundo desengaño, que implicaba a la vez un rechazo visceral al colectivismo, al nacionalismo y la total imposición del Estado sobre la iniciativa privada, Vargas Llosa descubrió al fin las virtudes de un auténtico pensamiento liberal favorable a un capitalismo emprendedor. Tres experiencias contribuyeron a alentarlo en este sentido: la positiva gestión de Margaret Thatcher y la de Ronald Reagan; el desarrollo conseguido gracias a la educación y al libre mercado por países como Nueva Zelanda, Suecia, Dinamarca, Singapur, Finlandia y Australia; y finalmente, el papel jugado por grandes pensadores liberales como Adam Smith, Ortega y Gasset, Hayek, Popper, Raymond Aron, Isaiah Berlin y mi entrañable amigo, ya desaparecido, Jean-François Revel. Todos ellos rechazaban la simple ideología así como el apelativo, tan común entre nosotros, de izquierda y de derecha.
Ciertamente, el liberalismo ha sido vilipendiado y calumniado a lo largo de la historia, pero su pensamiento ha representado, como escribe Mario, la verdadera cultura democrática.
Por cierto, fue muy afortunado su encuentro en Bogotá con Iván Duque, cuyas ideas en favor de un capitalismo emprendedor tienen un sustento admirable para frenar nuestro excesivo burocratismo, el desmesurado gasto público, la corrupción, las duras cargas impositivas que lastiman a la mediana y pequeña industria. Su libro 'Efecto naranja' traza la ruta que hoy debe seguir Colombia para no continuar viviendo en los humedales del tercer mundo. Su encuentro con Mario Vargas Llosa fue oportuno e importante, pues lo unió a los líderes del pensamiento liberal que luchan contra los vicios ostensibles de nuestras democracias.
PLINIO APULEYO MENDOZA
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