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El palo y las cucharas

La debilidad política de los partidos nos pone ante un riesgo de fractura del sistema electoral.

Pedro Medellin
Como si no fuera suficiente con la polarización que se vive, los movimientos y partidos políticos han dejado ver un estado de fuerte crispación interna en el cierre de las inscripciones a las elecciones de Senado y Cámara. El espectáculo de enfrentamientos, acusaciones y renuncias, ofrecidos al país por los aspirantes a ser senadores y representantes para el periodo 2022-2026, revela el clima de desinstitucionalización y desconfianza que atraviesan esas organizaciones políticas en el país. No solo porque las decisiones se toman cada vez más por fuera de los canales de los partidos, sino porque cada candidato parece sospechar de la mala fe de sus copartidarios. Pero el problema va más allá.
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La debilidad política de los mecanismos de representación que son los partidos nos pone ante un riesgo de fractura del sistema electoral. La falta de mecanismos de control hace que, ante aparatos y dirigencias débiles, inmediatamente opere una multiplicidad de recursos informales e ilegales para movilizar a los votantes. En un escenario en el que, incluso entre los propios copartidarios, están enfrentados y dispuestos a obtener los votos como sea, la irrupción del trasteo de votantes, la compraventa de votos, o el pago por la alteración de resultados, amenazan seriamente las condiciones de igualdad en la competencia electoral.
El problema está en que hay personas que, por distintas razones, están dispuestas a participar en esta competencia electoral desigual (comprando o vendiendo el voto, o votando a donde las lleven, con tal de que les paguen). Pero también hay otras que, ante la evidencia de esas prácticas, prefieren no participar. Claro, es cierto que desde octubre de 2016, cuando se votó por el referendo por la paz, los colombianos han entendido que su voto vale. Además de estar cada vez más asqueados de los corruptos y la corrupción, saben que, si quieren que las cosas cambien, más vale que voten bien. Aun así, para las elecciones de marzo no podremos esperar una participación superior al 40 o 45 %.

Ojalá los partidos aprovechen estos días que tienen para subsanar los problemas que tengan las listas, para fortalecerse y mejorar la oferta a los electores. El palo no está para cucharas.

El otro problema está en que muchos dirigentes, para tratar de compensar la salida de importantes electores de sus partidos, han recurrido al mecanismo de traer cualquier político que tenga votos, sin importar su ideología y su pasado electoral, vaciando el perfil electoral de los partidos. O han decidido incluir en sus listas a artistas, deportistas, periodistas o presentadores de televisión, que puedan movilizar alguna votación. No importa qué tan preparados estén o qué tanto puedan contribuir a la tarea legislativa. No son los líderes los que se buscan. Son los más populares, los de mayor visibilidad, porque lo que necesitan es que la gente vote por ellos.
Es evidente que detrás de esa búsqueda, también hay una especie de utilitarismo de las diferencias poblacionales. Que hay que llevar en las listas a más mujeres, incluir a las etnias, a la población LGBTI, a las comunidades religiosas o a los jóvenes. Pero no lo hacen por la convicción sincera de que hagan parte de un proyecto político. Lo hacen porque necesitan su apoyo y el de sus seguidores.
Esas prácticas han desprestigiado la política y están acabando con los partidos. Han hecho creer que cualquier persona puede hacer política. Que no es necesario tener la formación o la experiencia. Y, por supuesto, estas personas les quitan el puesto a otras que han venido formándose y aspirando a hacer política de manera correcta y con la formación necesaria. Eso sin contar cómo, por ejemplo, con estas prácticas se ha perdido el papel de las cabezas de lista, que en los regímenes parlamentarios son los que compiten por la presidencia de gobierno, y en los regímenes presidenciales son los jefes de bancada. ¿Qué esperar de una lista armada con esos criterios?
Ojalá los partidos aprovechen estos días que tienen para subsanar los problemas que tengan las listas, para fortalecerse y mejorar la oferta a los electores. El palo no está para cucharas.
PEDRO MEDELLÍN
Pedro Medellin
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