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Un Ejército vestido de honor

El soldado, vestido de honor, sirve siempre de manera desinteresada y ejemplar a la patria.

El coronel Francisco José de Caldas, más conocido como el Sabio, dijo en 1814, en su célebre discurso pronunciado con motivo de la inauguración de la Escuela Militar de Rionegro, Antioquia: “El honor es la primera virtud militar; el honor debe llenar todo el corazón de un soldado; el honor debe ser el ídolo querido del hombre de guerra; el honor es el resorte vigoroso que da calor, movimiento y vida a todas sus operaciones”.
El Manual Fundamental 1.0 ‘El Ejército’, de la doctrina Damasco, reafirma: “El Ejército cumple con el mandato constitucional de acuerdo con los objetivos nacionales, subordinado al poder civil del Estado y con la confianza que el pueblo colombiano le otorga para defender su Constitución Política, sus derechos y sus intereses”.
Justamente, en estos dos postulados encontramos condensada gran parte de la base filosófica y legal de nuestra institución castrense. La diferencia entre una horda de salvajes armados, Atila y los hunos, y un ejército profesional, cohesionado y con profundo carácter democrático, se centra en el honor y su misión, determinada en la Carta Magna.
El soldado, vestido de honor, sirve de manera desinteresada y ejemplar a la patria, y ese conjunto de hombres confiables determinan el carácter de una organización militar. En el Ejército Nacional de Colombia, el servicio con honor se fusiona con la confianza como fundamento de la profesión militar, se manifiesta a través de una conducta ética y se sella bajo el juramento a la bandera que hacen los soldados.

Nuestro código de honor quedó plasmado en la doctrina Damasco y debe ser un faro que ilumina la mente y el corazón de todos los
que decidimos abrazar la sacrificada y noble carrera de las armas

Los miembros de la Fuerza Terrestre sirven con honor a la nación y basan su accionar militar en el artículo 217 de la Constitución, cuyo texto hace énfasis en que la “finalidad primordial es la defensa de la soberanía, la independencia, la integridad del territorio nacional y del orden constitucional”.
El coronel general alemán Guderian, quizá el más destacado ejecutor de la Blitzkrieg o guerra relámpago, durante la Segunda Guerra Mundial, en su obra máxima, Recuerdos de un soldado, describe como testigo de excepción, con una precisión y objetividad históricas impresionantes, su desempeño como comandante de las tropas de la Wehrmacht. Gracias a que fue un soldado vestido de honor, fiel a sus principios y valores, el tribunal de Núremberg, finalizada la guerra, lo absolvió y lo declaró inocente: “Su comportamiento fue estrictamente el de un soldado profesional”; a diferencia de los líderes de la Waffen-SS, sentenciados a muerte en su totalidad.
Los profesionales del Ejército tenemos la obligación de cumplir nuestro juramento e inculcar los principios y valores a todos los integrantes de la institución. Por ello, nuestro código de honor quedó plasmado en la doctrina Damasco y debe ser un faro que ilumina la mente y el corazón de todos los que decidimos abrazar muy jóvenes, algunos desde niños, la sacrificada y noble carrera de las armas.
Soy un soldado del Ejército de Colombia, Dios siempre guía mis actuaciones, sirvo con honor y disciplina al pueblo colombiano, defiendo la Constitución y la ley, entreno y combato para vencer, cumplo rigurosamente mi deber, soy leal con mis superiores, compañeros y subalternos; muestro humanidad y compasión con el enemigo vencido, mi interés más grande es la gloria de mi patria, soy fiel a mi institución, a mi familia y a mis principios; la ética es mi única regla para tomar decisiones, y, por último, tengo absoluta fe en Dios y fe en la causa.
CORONEL PEDRO JAVIER ROJAS GUEVARA
* Agregado Militar, Naval y Aéreo de la Embajada de Colombia ante la República Popular de China
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