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La tradición civilista del Ejército moderno

Las emociones que suscitan los candidatos no pueden llevar a las FF. MM hacia la politización.

El ilustre Don Tomás Rueda Vargas relata en sus cartas de 1909, compiladas algunas en el libro póstumo ‘El Ejército Nacional’ (1968), las intrigas e incertidumbres con la llegada a Colombia de la misión militar chilena con sello prusiano en 1907, que dio origen a la primera reforma militar, es decir, al nacimiento del primer ejército nacional moderno, además profesional y despolitizado; después de un siglo XIX caracterizado por numerosas guerras civiles y alzamientos militares, que desencadenaron en dos tristes eventos históricos: la guerra de los Mil Días (1899-1902) y la pérdida de Panamá en 1903.
“Mucho se ha hablado en los últimos días de la cuestión militar. Fuera de toda duda está que existen hoy dos corrientes opuestas, en lo que se refiere al giro que deba darse, bajo la nueva administración ejecutiva, a la organización de nuestro ejército”. Las palabras de Rueda Vargas parecieran hacer parte de la narrativa presente en la contienda electoral, que permitirá escoger al próximo Presidente de la República.
Inquieta mucho que todos los candidatos no conozcan la historia militar colombiana ni la estructura actual de la Fuerza Pública, y que sus debates y discusiones se centren únicamente en utilizar a las FF. AA. como instrumento de politización. Pero mucho más grave, que los líderes de la institución castrense caigan en las provocaciones con el argumento de que “nos estamos defendiendo”, inmiscuyéndose en política y, por ende, violando flagrantemente el mandato constitucional consagrado en el artículo 219, en lo atinente a no “… intervenir en actividades o debates de partidos o movimientos políticos”. Es irresponsable y muy peligroso, pues ello afecta seriamente la disciplina y la cohesión que son pilares de la profesión militar. El ejemplo es el combustible del liderazgo.

Devolver el derecho al voto a las FF.AA., las dignifica, deliberar no es sinónimo de sufragar, tal como ocurre en la gran mayoría de países del hemisferio.

Pero más sorprende, que ninguno de los aspirantes a la primera magistratura del país se pronuncie sobre el humano y legítimo derecho al sufragio de militares y policías en Colombia. Los uniformados en servicio activo no son apolíticos, pues tienen pensamiento político, son apartidistas que es muy diferente, toda vez que las Fuerzas Armadas no obedecen a ningún partido político, su obediencia en primera instancia es a la Constitución Nacional y por supuesto, al presidente de turno, sin importar su ideología política. Devolver el derecho al voto a las FF.AA., las dignifica, deliberar no es sinónimo de sufragar, tal como ocurre en la gran mayoría de países del hemisferio, con excepción de Honduras, Haití y República Dominicana.
Uno de los mayores escándalos de la denominada primera época (1828-1861), en nuestra historia militar, la protagonizó el general José María Melo Ortiz, comandante general y posteriormente Presidente de facto durante algunos meses de 1854. Considerado como uno de los mejores instructores de tropas de la Nueva Granada, y sus soldados disciplinados y con gran espíritu de cuerpo y amor por el servicio.
Escribió Don Tomás Rueda al respecto: “¿Por qué, pues, fueron ellos los autores de tamaño desorden? (se refiere a la conspiración y golpe militar del 17 de abril de 1854 propiciado por Melo). Sencillamente, porque si conocían la mecánica del manejo de las tropas, carecían, por falta de educación, de la noción del verdadero objeto de un ejército. Hombres valerosos pero desprovistos de educación, al día siguiente mismo de la revolución se hallaron frente a frente de problemas que les era imposible apreciar y resolver, y sin saber ellos mismos cómo ni por qué vieron disolverse, casi sin combatir, el más hermoso ejército que, dicen los viejos, ha pisado las calles de Santafé”. La torpeza de Melo le costó el destierro y su posterior muerte en México.
Las diferentes emociones que pueden suscitar los candidatos a la presidencia, tales como el odio, la simpatía, el fervor o el resentimiento, no puede llevar a las Fuerzas Militares por el camino del desorden, la confusión, la imprudencia y la politización, pues ello fractura gravemente el ADN militar colombiano construido en 200 años, menoscabando la cohesión, la doctrina y los principios y valores castrenses. “La fuerza (militar) solamente es eficaz cuando un sólido saber la acompaña y la dirige”. Tomás Rueda Vargas (31 de agosto de 1909).
PEDRO JAVIER ROJAS GUEVARA
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