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El ADN del Ejército Nacional

La esencia del Ejército nos ha valido reconocimiento en el hemisferio y en otros continentes.

Nuestros padres nos transmiten su ADN a través de los genes. Por ello, rasgos característicos como la voz, el color de los ojos, la personalidad y la estatura son heredados y pasan de generación en generación. No obstante, las familias cohesionadas se adaptan a las circunstancias, se transforman, son dinámicas y prosperan; pero su identidad, sus creencias, su sello característico, es decir, su ADN, se mantiene.
Lo mismo ocurre con las organizaciones. El Ejército Nacional evoluciona, se adapta, pero conserva su esencia, su ADN: “democrático, combatiente, contrainsurgente”, que nos ha valido reconocimiento en el hemisferio y en otros continentes. Sin embargo, para que una institución pueda cumplir sus deberes y responder ante cualquier requerimiento (presente o futuro), debe tener una base doctrinal sólida que guíe su desarrollo operacional e intelectual. Esto es especialmente cierto en el Ejército de Colombia, que en nuestra historia más reciente (2011) inició un plan de transformación serio, construido sobre importantes reestructuraciones y planes: desde el Plan Lazo en los años sesenta hasta los planes Tricolor, vigente hasta 2002; Patriota, hasta 2006; y Consolidación, de 2007 a 2012, con una actualización, el denominado Salto Estratégico, subordinado al Plan Consolidación, solo por mencionar algunos.
Y fue así como se emprendió la importante labor de hacer todos los diagnósticos y estudios necesarios, mediante la implementación de los Comités de Revisión Estratégica e Innovación (CRE-i) y el Comité de Diseño del Ejército del Futuro (Cedef) con visión a 2030, tarea que la institución demandaba para estar al nivel de las exigencias del contexto y comenzar la renovación de la Fuerza a partir de la identificación de vacíos y oportunidades de mejora, en el planeamiento y conducción de las operaciones militares y en el funcionamiento del Estado Mayor.
Lo anterior se hizo desde la perspectiva de los componentes de capacidad reunidos en la sigla Dompilem, siendo la doctrina el condicionante sobre los demás (doctrina, organización, material y equipo, personal, infraestructura, liderazgo, educación, entrenamiento y mantenimiento). El producto del primer CRE i fue justamente el Plan Espada de Honor, que hizo su aparición en 2012 y tuvo sucesivas actualizaciones, pasando por los planes Victoria y Victoria Plus, hasta llegar hoy, en 2020, al Plan Bicentenario Héroes de la Libertad.
La doctrina militar es el insumo primario de los planes de operaciones que garantizan la seguridad y defensa de los colombianos. Por ello, Damasco nos presenta una nueva forma de entender, visualizar y describir problemas militares complejos y establecer enfoques para su solución, además les permite a los comandantes en todos los escalones y sus estados mayores reflexionar y lograr un profundo entendimiento del ambiente operacional, pues la amenaza mutó, ahora es más híbrida, más persistente y su ADN narcoterrorista subsiste.
El invaluable e insustituible ADN legado por nuestros antecesores se mantiene, pero la Fuerza evoluciona y ello es inevitable. Como nos lo dijo recientemente un señor general de la reserva activa muy reconocido: “Es un imperativo mirar hacia adelante con una renovada resolución, claridad conceptual y doctrinal”.
Atribuirle a la nueva doctrina Damasco la indisciplina, la falta de liderazgo de algunos comandantes en primera línea, los ataques a los soldados por parte del lumpen, la corrupción y otros hechos execrables que son inadmisibles y desdicen del honor militar y manchan el uniforme es mezquino y, además, denota total desconocimiento de la profesión militar, menoscabando el espíritu de cuerpo y la legitimidad de nuestra institución.
CORONEL PEDRO JAVIER ROJAS GUEVARA
Director del Centro de Doctrina del Ejército Nacional (Cedoe)
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