En Colombia, después de la primera reforma militar de 1907, mucho se ha discutido y escrito menos, acerca de la profesionalización militar; los medios de comunicación, la academia y también los políticos introdujeron dos términos que han hecho carrera nocivamente en la historia castrense nacional, para referirse al perfil del líder militar: troperos vs académicos (yo los llamaría intelectuales).
Hoy se requieren líderes militares, que comprendan el problema operacional al que se enfrentan en ambientes VUCA (Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo, por sus siglas en inglés), que tengan la capacidad de inspirar a sus hombres a través del ejemplo, pero además que posean los tres atributos necesarios en un líder militar: Presencia, Intelecto y Carácter. El término tropero ha sido mal interpretado e incorrectamente empleado; en el argot castrense se entiende como un militar que ha comandado numerosas unidades y de ahí su experiencia en el mando; pero si el tropero, no domina el arte y la ciencia militar, será simplemente un comandante. El líder militar integral es el estratega, el táctico, el amante de la historia militar, de lejos, la más importante de las ciencias militares, que además se modela en ella para diseñar sus planes operacionales. Además persuasivo, competente, confiable, ético, inteligente, leal y sobre todo humano; y además, con grandes dosis de pensamiento crítico y creativo. El académico no es el militar que más títulos de carreras liberales tiene, el verdadero líder militar es aquel estudioso de la profesión de las armas, que además enseña, porque es un experto en hacer la guerra, pero también en mantener la paz.
Si algo le dio a las FF. AA. y especialmente al Ejército Nacional la autopista del plan de transformación (2011-2030), que iba paralela pero absolutamente independiente a la autopista de la negociación política con las Farc, fue visión, profesionalización y guía operacional a través de la evolución doctrinal. Los críticos de marras, sin argumentos serios, ni profesionales, por lo demás desactualizados, han querido desacreditar la doctrina Damasco, “gestada en los acuerdos habaneros con claros intereses políticos”, como lo afirmó un ex oficial a este diario sin sustento alguno.
¡Qué paradoja! Hoy las FF. MM. no podrían apoyar a las autoridades civiles, ni cumplir con la Asistencia Militar (art. 170, ley 1801 de 2016), sin un marco conceptual que introdujo la doctrina Damasco, también en 2016, denominado la Acción Unificada que permite integrar, sincronizar y coordinar las operaciones militares con las operaciones de la Policía Nacional, pero también con las demás instituciones gubernamentales y no gubernamentales, y además con la empresa privada; junto a las tareas de ADAC (Apoyo de la Defensa a la Autoridad Civil), contenidas en los manuales 3-28, fundamental y de referencia, que cualquier colombiano puede leer, pues son públicos.
“Inicialmente, se debe evitar la confrontación con los agentes generadores del desorden público. No obstante, en los eventos en que se sobrepasen las capacidades de la Policía Nacional en el mantenimiento del orden público, y previa solicitud de esa institución a las FF. MM., el ejército brinda la asistencia militar” Pág. 12 MFE 3-28 ADAC. (2016). Doctrina Damasco.
Hoy la democracia colombiana se halla sometida a complejos desafíos y amenazas, que indefectiblemente impactan los intereses geopolíticos, geoeconómicos y geoestratégicos de la nación. Ello impone a las Fuerzas Militares, y particularmente al Ejército Nacional, el reto de evolucionar acorde con los inusitados cambios, como única alternativa para construir capacidades ciertas y creíbles, y así responder con éxito al incierto desiderátum histórico de la Patria.
Coronel Pedro Javier Rojas Guevara
Analista político y militar. Experto en seguridad y defensa.