¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Una conversación con un café

Hace unos días me abordó un señor que había leído mi columna y discutimos sobre ella.

Hace unos días me abordó un señor de unos 70 años y me dijo que había leído mi columna en este diario sobre ‘Buena fe, probidad y confianza’. Mientras le invitaba a un café me dijo con desparpajo: “Entenderá que en esta etapa de la vida ya no creo en nada. Usted dice que necesitamos ser más honestos y tener buena fe, pero la gente es egoísta, cada uno jala para su lado y solo busca su propio beneficio. En mi larga vida se han querido aprovechar de mí, y en muy contadas excepciones he recibido algo sin que la otra persona espere algo a cambio. ¿Por qué usted cree que es posible que eso cambie?”.
Con la mayor sinceridad le contesté: “No será fácil, pero debemos insistir y sobre todo seguir intentándolo. Es posible con el poder de la educación y no solo la formación académica, sino la educación que viene desde casa; cada uno de nosotros puede tomar acciones para mejorar su propia vida y la de quienes nos rodean. Y sé que aún hay posibilidad de encontrar un liderazgo responsable cuando veo a una líder como Angela Merkel, serena, decidida y capaz de ejecutar sus decisiones”.
El señor me miró con incredulidad. “Pero no tenemos buena educación, hay diferencias entre la educación que reciben ricos y pobres; mientras las personas sigan en informalidad no hay opción de que tengamos todos los mismos valores porque no se piensa igual cuando se tiene hambre. Hay familias que se mantienen solo con el trabajo de un embolador. ¿Cómo espera que si el embolador se encuentra 50.000 pesos los devuelva? Y así vamos por un camino de deshonestidad y corrupción”.
Lo entiendo. Pero insistí en que era importante persistir. “Debemos promover líderes que sean capaces de ejercer el rol del gobierno con dignidad y eficiencia, capaces de redistribuir los impuestos en pro del bienestar económico y social, que tomen decisiones y las lleven a cabo, dando educación básica y media de calidad para nuestros niños, mayor acceso a la educación superior, y permitiendo que las empresas y los emprendedores crezcan para generar empleos formales y reducir la informalidad. Que prioricen la inversión de los recursos públicos en mejorar la calidad de vida a través de justicia, salud, movilidad, comunicaciones, cultura, deporte, el medio ambiente y el agro. Parece utópico, y una golondrina no hace verano. Para que el país avance se requiere el compromiso de los líderes, pero especialmente el de nosotros los ciudadanos. En nuestras manos están la convivencia, la empatía, la construcción colectiva, el trabajo constante, el comportamiento honesto y querernos a nosotros mismos como nación”.
Y continué: “Créame que entiendo su preocupación por la corrupción, porque perpetúa el círculo de la pobreza cuando el Gobierno no entrega de manera oportuna los bienes y servicios que la sociedad necesita; pero en Colombia no todos somos narcotraficantes y corruptos, y a quienes delincan debemos aplicarles la justicia e imponer una sanción social, haciéndoles entender que eso no los hace ‘vivos’, como torpemente creen sino aprovechados, despiadados, perezosos, facilistas, mentirosos y manipuladores”.
El señor sonrió y me dijo: “Ahora soy yo el que le entiende a usted, nosotros no pudimos, pero es posible que las generaciones que vienen detrás lo logren. Gran responsabilidad, pero tienen fe”.
Cambiamos de tema, hablamos de su negocio y de sus hijos. Al despedirnos le pregunté: “¿Puedo escribir sobre esta conversación? Y me dijo: “Claro, solo no diga mi nombre; lo que sí puede decir es que me ha dejado usted pensando en qué puedo hacer yo para construir un país mejor, ha sido un gusto conocerla, y le deseo un próspero año nuevo”.
PATRICIA RINCÓN MAZO
(Lea todas las columnas de Patricia Rincón Mazo en EL TIEMPO aquí).
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO

Más de Redacción