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Próspero y desgraciado 2022

La vacunación debió haber sido al revés: de niños a viejos.

Paola Ochoa
Playas a reventar, restaurantes a rebosar, bares repletos, vuelos a toda capacidad, flotas repletas, centros comerciales rebosantes, plazoletas de comidas apabullantes, cines con buena taquilla, comercios agitando registradoras, tiendas llenas de clientes, supermercados con pocos inventarios, economía con precios más caros, estudiantes que regresarán a las aulas y oficinistas que regresarán a nalga-trabajar. Total normalidad en Colombia, salvo únicamente por el tapabocas, el único raye en el cuadro que nos mortifica porque nos recuerda que seguimos en medio de una pandemia mortal.
Normalidad que llega justo con el cuarto pico del covid-19 y de la mano de su último bastardo: ómicron, el virus más rápido en propagarse de toda la historia, según lo dicho por los propios científicos norteamericanos. Conquistó en un mes todo el planeta Tierra y su velocidad de contagio es tan rápida que ya lo comparan con el sarampión, el ‘Usain Bolt’ de las enfermedades contagiosas que han azotado el planeta.
Léase bien: es un hecho que todos, o casi todos, nos vamos a contagiar en poco tiempo, según lo dicho por microbiólogos y expertos de las universidades más prestigiosas. Cuándo, dónde, con cuántas dosis y con qué tipo de vacunas serán las claves para el desenlace que cada uno protagonice hasta el final de su vida y en carne propia.
Porque esto se volverá pan de todos los días, para poner los puntos sobre las íes. Nos vacunarán una o dos veces al año, dependiendo del lugar geográfico de cada colombiano: cada seis meses en el mundo desarrollado y cada 12 meses en Colombia. Así lo visualiza el propio ministro de Salud, Fernando Ruiz, quien deberá responder por ese dobleteo en los intervalos de tiempo para vacunarnos de aquí hasta que nos muramos.
Dosis que serán suministradas como las del virus de la influenza, cuya complicación más grave es la neumonía, por lo cual mueren dos millones y medio de personas en el mundo cada año. De ellas, 800.000 son niños menores de 5 años, lo que equivale a una tercera parte de todas las muertes a nivel mundial por neumonía. Paradoja cruel y tremenda: los niños contabilizan actualmente la mitad de las nuevas hospitalizaciones por covid-19.
Ómicron está llenando los hospitales pediátricos en todo el globo, gracias a que dejamos a los niños de últimos en la fila de vacunación contra una pandemia mortal. Priorizamos adultos y pensionados, que mueven economías y chequeras, pero dejamos de últimas a los niños y pelaos, que no tienen ni voz ni voto ni mucho menos capacidad de ‘lobby’ ante ninguna autoridad.
La vacunación debió haber sido al revés: de niños a viejos, y sin la presión de la rebelión de las canas.
PAOLA OCHOA
(Lea todas las columnas de Paola Ochoa en EL TIEMPO aquí).
Paola Ochoa
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