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Pandemia

Parece inminente el colapso del sistema de salud colombiano.

Paola Ochoa
Hace exactamente cinco años, en enero de 2015, el club de científicos atómicos más afamado del mundo adelantó su famoso Reloj del Apocalipsis y lo puso a tres minutos de la medianoche. La justificación de los científicos para adelantar el reloj hacia una catástrofe era la proliferación de armas nucleares y el cambio climático descontrolado, las dos principales amenazas a la supervivencia humana. Un campanazo que vino acompañado de un regaño a los líderes mundiales por no haber sabido actuar con la velocidad o en la escala requerida para proteger a la civilización humana.
Regaño que se aplica nuevamente para este momento, cuando los líderes globales han dejado de cumplir con su deber más importante a lo largo de los tiempos: garantizar y preservar la salud y la vitalidad de los seres humanos. Nos enfrentamos a una catástrofe que pone en peligro la vida de una quinta parte de la población mundial –particularmente los más viejos, los más débiles y lo más hambrientos–, quienes terminarán inundando los sistemas de salud y harán que el sistema hospitalario colapse en el mundo entero. Así lo aseguran las voces más prominentes del ‘Financial Times’ y ‘The New York Times’, así como los grandes expertos en salud pública y epidemiología de ambos lados del océano.
Y es que los amos de la humanidad –como los llamó Adam Smith en su tiempo– no han podido contener la expansión del coronavirus y están hechos un enredo: Estados Unidos no tiene los suficientes kits para hacer las pruebas ni los suficientes respiradores artificiales para entubar a los enfermos que desarrollen neumonía; Italia y España están en cuarentena total, y sus ciudades parecen la antesala de una guerra mundial; China teme por un rebrote de la enfermedad a través de viajeros de otros lados, y Alemania restringió la venta de respiradores a Italia para proteger sus inventarios. Docenas de países han tenido que cancelar clases, colegios, vuelos, conciertos, eventos, misas, bodas y hasta funerales o entierros.
Si los amos de la humanidad están hechos un ocho completo, entonces ¿qué les espera a los pobres y a los países en vías de desarrollo? Si las superpotencias que lo tienen todo –desde mejores científicos hasta armas de destrucción masiva– no han dado en el clavo con el coronavirus, ¿qué vamos a hacer los pobres y el resto de países rezagados? ¿Cómo encaramos una pandemia que ni las superpotencias del planeta han sabido cómo enfrentar? ¿Qué vamos a hacer cuando nuestros sistemas de salud empiecen también a colapsar?
Las preguntas para Colombia son particularmente preocupantes: ¿qué vamos a hacer cuando se llenen las 8.000 camas de cuidados intensivos que hay en el país y no haya lugar para los nuevos enfermos graves? ¿A quién acudiremos cuando se agoten los respiradores artificiales y los médicos tengan que escoger entre salvar a una mujer de 40 años o a un hombre de 60 años, como sucede hoy en Italia? ¿Qué vamos a hacer cuando todos los médicos estén exhaustos, como está ocurriendo en España? ¿O cuando el personal médico comience a morir por contagio, como ya pasó en China y ahora está sucediendo en Italia? ¿O cuando se muera gente y no haya manera de sepultarla, como le sucedió al actor italiano Luca Franzese, atrapado en su casa con el cadáver de su hermana muerta por coronavirus?
¿Qué vamos a hacer los colombianos cuando los servicios de urgencias estén sobresaturados, cuando nos comiencen a aplazar las cirugías programadas, cuando las consultas médicas sean aplazadas o cuando las pruebas diagnósticas las retrasen por meses o semanas, como está sucediendo en este mismo instante en Italia y España?
Con dos agravantes muy importantes para el caso colombiano: que la principal EPS del país está en cuidados intensivos desde hace rato y que no somos capaces de construir tres hospitales nuevos en doce días, como hicieron los chinos para atender –y aislar– los casos comprobados de contagio.
La bola de nieve que se viene sobre el sistema de salud colombiano es inmensa, con lo que eso significa en un sector tremendamente corrupto y politizado. Se va a necesitar de un esfuerzo gerencial titánico para que no colapse en cuestión de semanas, cuando empecemos a contar los muertos por centenares, como sucede ahora mismo en el mundo desarrollado.
Puede que el coronavirus no sea la bomba nuclear ni el Armagedón climático, pero los científicos vuelven a tener hoy una buena razón para adelantar el Reloj del Apocalipsis en otro tanto.
PAOLA OCHOA
En Twitter: @PaolaOchoaAmaya
Paola Ochoa
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