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Constelación de estrellas

Nuevas y viejas caras que deberían olvidarse de las campañas pasadas.

Paola Ochoa
Otra vez Gustavo Petro barriendo en las encuestas. Otra vez dándole sopa y seco a todo el resto, aunque esta vez con menos sopa y menos seco. Una tercera parte de los colombianos votaría hoy por Gustavo Petro y el resto por un larguísimo reguero de candidatos muy majos y muy tiesos. Pero todos similares en lo más básico, en el punto de partida de la carrera a Palacio: que todos son parte del 1 % con mayores ingresos, incluido el propio Gustavo Petro.
Todos citadinos, todos blancos, todos estudiados, todos con trayectoria en algún alto cargo del Estado, todos bien conectados, todos ego-inflados, todos muy acortados dentro de ‘la imagen’ que quieren mostrarle al electorado. Todos dentro del candidato promedio, lo cual deja a Petro sin rival antagónico entre los 14 primeros, según la última encuesta de Invamer Gallup.
Gracias al cielo santo para no repetir lo de los peruanos, a quienes les tocó escoger entre dos universos diametralmente opuestos: el campesino Pedro Castillo y la delfina limeña Keiko. La cuerda se tensó tanto que terminó ganando el primero. Y el candidato a vencer por los demás postulados se alzó vencedor sobre el resto.
En Colombia ninguno tensa la cuerda tanto con Petro –no de momento– pero tampoco ninguno se perfila desde ya como un buen contrapeso. Muchos economistas en el partidor –Zuluaga, Echeverry, seguramente Gaviria y hasta el propio Petro– en un momento donde nos preguntamos si la profesión de economista da alguna ventaja para emprender los cambios que exige el presente y para perfilar un mejor horizonte para todos. Eso en medio de una pandemia que puso de relieve las enormes desigualdades sociales que se vienen gestando de tiempo atrás, siguiendo cartillas económicas unas veces de derecha y otras de izquierda. Esas mismas cartillas que tanto malestar y desengaño generan hoy en la población de Colombia, pero también en la de Cuba.
Promesas van y vienen, desde creación de empleos, pasando por acabar con la corrupción hasta dejar de depender de los tradicionales recursos energéticos. Promesas que son solo promesas porque están hechas sobre lo más incierto que tenemos: el futuro. Futuro que ahora nos parece triplemente más nublado y borroso por obra y gracia de una pandemia que nos desfondó el bolsillo y nos trastocó la vida en estos últimos tiempos.
Promesas a futuro pero sin espejo retrovisor. Eso es lo mínimo que pedimos los colombianos a las docenas de candidatos en el partidor: capacidad de olvido, borrón y cuenta nueva, tábula rasa, capacidad de perdón. Echar para adelante sin tener que sacar el espejo retrovisor, ni tener estar lanzando pullas frente a lo que pasó, ni sacar resentimientos que solo sirven para causar más desconfianza, desesperanza, rabia y dolor.
Prometan lo que prometan, por favor, no empiecen a insultarse entre ustedes, ni a lanzarse dardos envenados, ni a generar campañas de desprestigio, ni a descabezar rivales con calumnias, ni sumar adeptos manipulando rabia y miedo; emociones primarias que obnubilan la razón y la capacidad de discernimiento.
Ya no más avivatadas con los topes de las campañas, ya no más Odebrecht, ya no más elefantes a las espaldas de nadie, ya no más dineros untados de las manos sucias del narcotráfico. Los colombianos merecemos una campaña con altura, en medio de tanta muerte (más de 130.000 muertos por covid), depresión, de mucha hambre y sufrimiento.
En lo poco se ve lo mucho. Lo que un candidato sea en campaña lo será también cuando llegue a la Casa de Nariño.
PAOLA OCHOA
(Lea todas las columnas de Paola Ochoa en EL TIEMPO aquí).
Paola Ochoa
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