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Una revolución mental

Nueva evidencia científica ha demostrado la efectividad de las sustancias psicodélicas en el tratamiento de enfermedades mentales.

Un estudio reciente llevado a cabo en Estados Unidos, aprobado por la FDA y la DEA, publicado en el Journal of Psychopharmacology, demostró los efectos positivos en reducción de ansiedad y depresión en pacientes que padecen de cáncer terminal. Y fue destacado en la primera plana de la edición del 1.° de diciembre del 2016 del New York Times y catalogado por Newsweek como uno de los 11 estudios científicos más significativos del 2016.
Otros similares demuestran que otras sustancias como el DMT en la ayahuasca, el psilocybin en los hongos y los demás psicodélicos también reducen sustancialmente la adicción a la cocaína y el alcohol.
En estos trabajos científicos, llevados a cabo por las más prestigiosas instituciones, como la Universidad de Nueva York, Johns Hopkins y el Imperial College of London, se ha demostrado que las sustancias psicodélicas no son adictivos. Y David Nutt, de esta última institución, ha señalado que es muy improbable “quedarse en el viaje” y que no tienen efectos secundarios negativos significativos.
La evidencia también demuestra que los participantes en los estudios quedan con un sentido de altruismo aumentado, empatía con los demás y una especie de urgencia interior por ayudar a sus congéneres.
Hay que tener en cuenta, eso sí, que los científicos excluyen a los pacientes bipolares y a los esquizofrénicos de sus estudios. También recomiendan de manera puntual que no se consuma este tipo de droga en contextos recreacionales, pues no solo no se obtienen los efectos terapéuticos, sino que son ilegales para consumir.
Los beneficios comprobados científicamente sobre el empleo de estas sustancias en un marco terapéutico señalan una gran innovación en los tratamientos disponibles para tratar la salud mental. Es más: hay algo aún más grande que el gran impacto de estos tratamientos que apenas empezamos a comprender.
Los pacientes que participaron en los diferentes estudios contestaron un cuestionario preparado por Pahnke y Richards. Los dos científicos recopilaron centenares de testimonios y crearon seis grupos de preguntas con el objetivo de determinar si los participantes habían tenido lo que se denomina una experiencia mística.
Los seis grupos de preguntas que definen la experiencia mística son: 1) sentido de unidad interna, 2) sentido de unidad externa, 3) trascendencia del tiempo y el espacio, 4) sentir que dos nociones opuestas son factibles simultáneamente, 5) sentir que se experimenta una verdad más intensa que la verdad misma, 6) sentido de estar frente a algo sagrado.
Si reflexionamos sobre cada uno de los componentes de la experiencia mística y tenemos en cuenta los cientos de testimonios recolectados, el hecho de que estas experiencias puedan retar y redefinir la percepción de realidad de los participantes, señala la existencia de un mundo extraordinario que recontextualiza aquel en el que hoy vivimos.
Lo verdaderamente novedoso es que la ciencia es ahora capaz de brindar un estándar objetivo para cuantificar este tipo de experiencias. Podríamos ser testigos de un salto cuántico en cuanto a nuestra comprensión de la conciencia –posiblemente el respaldo científico de la noción que todos los seres y cosas estamos interconectados como uno–.
Muchos llamarían esto una evolución consciente colectiva. Yo creo que lo prudente es evitar la especulación y los dogmas de fe y asumir la responsabilidad de seguir la evidencia científica, a donde sea que nos lleve.
Hay muchos caminos que llevan a la realización de una experiencia mística. La pregunta es: ¿qué hacemos cada uno de nosotros frente a la evidencia científica de la existencia de un mundo extraordinario?
Rodrigo Niño
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