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Oficios exóticos

Si algún día ocupara el cargo de sir Dentífrico, le leería a Carlos III algunas paradojas de Wilde.

En Londres, por lo menos dos personas perderían sus puestos a raíz de la muerte de la reina Isabel: la encargada de amansar sus zapatos y el ducho en ponerle dentífrico al cepillo del príncipe Carlos, hoy flamante rey Carlos III.
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De estos dos oficios se ocupó en su momento la prensa británica. En la ficción se ocupó de ellos Mark Twain en El príncipe y el mendigo, donde parodia trabajos insólitos.
Cito algunos: El encargado de echarle agua al rey, el gran servilletero hereditario, el encargado de lidiar con las toallas y el que le ayuda a bajarse de la cama.
Los oficios que podrían desaparecer se explican solos: amansar zapatos nuevos es evitarle a la soberana la plebeya tortura de hacerlo. Nadie ha aclarado si Camila Parker, la reina consorte, ratificará a la amansadora, que debe de estar devastada como todos los súbditos ingleses que con sus lágrimas han producido el equivalente a dos cataratas del Niágara.
No incurriré en la obviedad de describir cómo untarle el dentífrico al cepillo. Si algún día ocupara el cargo de sir Dentífrico, para lucirme le leería primero a Carlos III algunas paradojas de Wilde. Como esta: “...no nos rozábamos nunca con personas que tuviesen que trabajar para ganarse la vida”.
Cómo serán de listos los ingleses que domesticaron a los gringos. Uno de ellos, el presidente Biden, incurrió hace un año en Glasgow en un ruidoso lapsus en presencia de la entonces princesa Camila Parker.
Por pudor, me abstendré de mencionar las cuatro letras que describen la acción de Biden, revelada en su momento por el periódico The Mail on Sunday. Solo adelantaré que ese sustantivo está en el diccionario entre las voces pedir y pedofilia. (De pronto nos topamos con un amigo tan exquisito al que si le preguntamos cómo amaneció del genio nos responde con dos piedras y la ortografía de Marroquín en la mano: “entre veterano y vitriolo”).
Dicen las lenguas triperinas que la princesa Camila disfrutó con la licencia de Biden quien después de semejante faena se quedó impávido como un queso pornográfico.
La audacia del mandatario fue descrita en The Mail como “larga, ruidosa e imposible de ignorar”. Dios salve a Biden de repetir ese oso que ahora subió de estatus con Camilla en el curubito de la realeza. (Claro que a partir de cierta edad todos somos Biden...).
ÓSCAR DOMÍNGUEZ GIRALDO
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