Sería un detallazo con los anfitriones que el presidente Santos admitiera que, en adelante, manejará la paz con estrategia de ajedrecista, no de jugador de póquer.
Creo tener credenciales suficientes para clasificar entre los 30 invitados que acompañarán al presidente Santos a recibir el Nobel de Paz a Oslo. Para empezar, soy un pacifista que no se deja ver ni de un cortaúñas.
En su momento me negué a presentar servicio militar. En casa pagaron por la libreta. Como salí apto, me asilé en una montaña adonde no llegaba ni el eco, la cuota inicial del moderno internet.
No quiero que nadie vaya a la guerra. Ni siquiera los hijos, nietos o bisnietos de los más recalcitrantes voceros del No en el plebiscito.
Otro punto en favor de mi cupo en el avión presidencial: cada que puedo cuento un magnífico apunte de Gandhi sobre la no violencia ('ahimsa').
A Gandhi lo visitó un lunes, en su 'asram' de la India, Parahamansa Yogananda, el hindú que trajo el yoga a América. El libro de Paramhansa, 'Autobiografía de un yogui', era el regalo que Steve Jobs solía hacerles a sus amigos. Como no puedo imitar a Jobs, apenas suelo recomendarlo.
El lunes era el día de la semana que el Mahatma Gandhi guardaba estricta dieta de silencio. Supongo que por ese motivo era tan delgado que cabía por debajo de la puerta de su casa, como el periódico del martes.
Vamos con la anécdota: cuando ese lunes mandó a dormir a Yogananda, Gandhi le sugirió que se untara equis pomada “porque los mosquitos de Warda no saben de ahimsa”. Funcionó.
Otro motivo para que me abran cupo en el avión del novel nobel: desde hace más de 20 años tengo, en el sitio que antes ocuparía el Corazón de Jesús, una cerámica de la paloma de la paz del maestro de Sonsón, Pablo Jaramillo. Que el papa Pacho me perdone, pero todos los días le rezo a la paloma por la paz. Caminamos en esa vía de la mano del artículo 22 de la Constitución. El Congreso hará el resto del mandado.
Finalmente, soy aficionado al ajedrez, y Noruega es la patria del actual campeón mundial, Magnus Carlsen, quien en este momento defiende el título en Trumpolandia (= Nueva York).
Sería un detallazo con los anfitriones que el presidente Santos admitiera que, en adelante, manejará la paz con estrategia de ajedrecista, no de jugador de póquer. Oslo me espera.
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