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Mamá, hay una mujer en el baño

Mamá, hay una mujer en el baño

¿Quién no ha entrado por accidente al baño equivocado? El grito que pegamos es similar al que proferimos a la vista de un ratón.

“Confieso que he vivido”, pero también confieso que no estoy preparado para los baños mixtos. No es por nada, ni por nada, ni mucho menos por nada, pero siento que el baño mixto coarta el libre desarrollo de mi personalidad.

Una cosa es ejercer el sagrado derecho a hacer pipí con colegas hombres en el entorno y otra, con mujeres o miembros de la comunidad LGBT. Es un asunto de estética, de respeto por las diferencias. Aligerar la tripa es algo íntimo como el pin, la cédula, el RUT, la contraseña para acceder al correo electrónico. No tengo la vocería del macho alfa, pero me siento acompañado en este petitorio.

Ganas me dan de pedir asesoría del Centro Democrático para una ‘firmatón’ de esta naturaleza, en la seguridad de que sería estruendosamente acompañado. Ya de por sí el hecho de tener que ir al baño nos nivela a todos por lo bajo. El espectáculo de bajarse los pantalones, la bragueta, las tres sacudidas o más... es ya un ritual suficientemente bochornoso.

Ojalá el hombre del futuro venga con el chip que lo exonere de idas al baño. Si fuimos a la Luna, si somos capaces de inventarnos guerras inútiles que perdemos todos, debe de ser pan comido diseñar al hombre del futuro sin esa urgencia renal.

Ojo, no estoy proponiendo que nos eliminen el instrumental, la 'petite différence' que llaman los franceses. Eso sería el acabose, el despiporre, el no me quieras, Margot.

Créanme, señoras, e integrantes de la comunidad LGBT: no tiene nada de poético, de medianamente interesante, ir al baño público con el ‘bobo sapiens’ –o un colado– ahí no más. Los hombres no somos nada recomendables, y menos en el inodoro. Olemos “y no a ámbar”, como le dijo don Quijote a Sancho cuando el escudero se extrovirtió fisiológicamente cerca de la nariz de su señor.

¿Quién no ha entrado por accidente al baño equivocado? El grito que pegamos es similar al que proferimos a la vista de un ratón.

La equidad de género no se merece que les demos a ellas la opción de compartir sitios con hombres que hacen pipí.
Lisístrata se me adelantó unos siglos y propuso negarles el gustico a los guerreros hasta que no hicieran la paz. Mi aporte a la convivencia es que se mantenga el statu quo a la hora de orinar.


Óscar Domínguez Giraldo

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