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El sí de las casadas

El sí de las casadas

Los más generosos han sido, en general, las víctimas, o sus familiares.

Es mejor la paz que la guerra, digamos con Pambelé. Es una pendejada seguir en una mechoniada eterna. Hay que salir de esta patria boba en la que nadie gana ni pierde la guerra. Lo dijo el exministro Gilberto Echeverri, asesinado por ‘lafar’ en compañía de otros mártires. Ellos estarían con el proceso. Creo.

Por la paz, estoy “jugao”. Venite 2 de octubre. No nos merecemos un muerto más: ni de este lado al que “me honro en pertenecer”, ni en el de los contrarios.

No he leído ni volveré a leer el ladrillo del acuerdo. Es cuestión de “principios”. Mucho gerundio al principio: recordando, teniendo presente, poniendo, subrayando. (“Si no le gustan mis principios se los cambio por otros”, decía Groucho Marx).

No iría a la guerra ni a palos. Tampoco quiero que vayan otros que generalmente son los que llevan del bulto. Los que andamos en casita, cómodos, pechugones, preferimos hablar paja a favor o en contra.

Muchos sapos nos hemos tragado: como los de tanto corrupto e inepto mangoniando en la dirección de la rosa de los vientos. Ahora toca ser sensatos y darle a la paz el escuálido ‘sí’ de las casadas.

Los más generosos han sido, en general, las víctimas, o sus familiares. Los que estamos por el sí estamos muy bien acompañados de rectores, empresarios, gente íntegra, sensata. También de políticos serios que hacen bien la tarea, como el nadaísta De la Calle y sus pupilos.

Los del ‘no’ también tienen gente buena en sus filas; hablo por los “míos”. Pero la cosa está tan polarizada que la verdad solo la tengo yo y los demás son una tracamanada de pifiados.

Hablaré con mis amigos los rostros de madera noruegos que otorgan el Nobel de la Paz, para que ni se les ocurra pensar en ‘Juanpa’ y en ‘Timo’ para colgarles la inútil medallita del premio. Que el Nobel nos lo den en paz.

Queda una opción última en caso de que gane el no de Uribe y su kínder. Se la soplo a las Farc: si gana el ‘no’ que aprovechen la coyuntura y mantengan la decisión de empeñar o volver chatarra los fierros. Nadie los puede obligar a hacer la guerra.

Termino con un viejo clamor egipcio: que los hijos puedan volver a enterrar a sus padres, no al revés.


Óscar Domínguez Giraldo

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