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Cambio de ateo

Gaviria es un ateo pacífico, serio, relajado, bacán, estudioso, más preparado que un ‘bloody mary’.

Están de moda los ateos. Cada día salta a la palestra uno más importante que otro. Ya no asustan. Es más: votamos por ellos. Ganas dan de voltearse para estar bien acompañados.
Los amigos escépticos que “me honran con su amistad”, como decimos los lagartos, son fuera de serie. Necesitamos hartos de esos. No los mencionaré para no desprestigiarlos.
Aunque, a la hora del té, más que creer en Dios, suficiente con hacer lo correcto, como le aconseja su madre al soldado Sam de la película ‘Cartas desde Iwo Jima’. ¿Para qué más religión? El país se jodió cuando se olvidó del catecismo de Astete.
De pronto voy a misa. Me ubico a la salida para abrirme del parche después de la homilía. Casi nunca aguanto hasta el momento que nos damos la paz. Antes hemos mentido cuando decimos: “... como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Si perdonáramos, andaríamos de pipí cogido con la paz.
Fui seminarista y arrastro el inri de católico. De los tres años un mes, ocho días y diez segundos que estudié para cura, no me aburrí un segundo.
Todo este aperitivo para admitir que de pronto tenga que cambiar de ateo: si De la Calle no pelecha, enrocaré sobre mí mismo y caeré en las filas del exrector Gaviria. Dirá la oposición que me volteo más que un desvelado: pa’ qué les digo que no, si sí.
Solo le haré una ‘exigencia’ al nuevo candidato: en asuntos de paz, en el que tantas velas tuvo De la Calle, ni un milímetro atrás (bueno, tenemos hasta Nobel, falta la verdadera paz. Pero caminamos).
Gaviria es un ateo pacífico, serio, relajado, bacán, estudioso, más preparado que un ‘bloody mary’. Claro que dejó colgados de la brocha a sus colegas de los Andes, y le interrumpió el vuelo profesional a su mujer economista en la junta del Emisor. La disculpa es vieja: la patria por encima de los partidos.
De paso, le consiguió chanfa al exministro Carrasquilla, que andaba en el frío asfalto. En el pasado criticó a los funcionarios públicos que hacían lo que él hará. Son gajes del oficio de político.
En fin: a los ateos les tengo una buena chiva: Dios trabaja para todos. Y perdona, “es su oficio”, como decía un filósofo alemán de cuyo nombre Alzheimer no me dejó acordar.
ÓSCAR DOMÍNGUEZ GIRALDO
(Lea todas las columnas de Óscar Domínguez Giraldo en EL TIEMPO aquí).
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