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El ‘boom’ de la edición universitaria

Ni las propias universidades colombianas esperaban volverse protagonistas en la cultura del libro.

¿Qué hizo que la edición universitaria se volviera tan significativa en Colombia? ¿Por qué en veinte años se duplicaron los registros de libros nuevos y aumentó, como nunca, la participación de los libros universitarios en la torta editorial de Colombia? 
En 1987, los libros de las universidades exhibían un registro de una inmensa pobreza: 470 títulos por año. Hoy, tres décadas después, los datos evidencian cerca de 4.600 libros por año; casi el 25 por ciento del total de novedades anuales de la industria editorial colombiana. Los lectores pueden acceder a casi setenta editoriales con catálogos de diversas disciplinas, libros en distintos formatos y decenas de temas. Ni las propias universidades colombianas esperaban volverse tales protagonistas en la cultura del libro; fue un vuelco tan radical como el que vivieron las editoriales norteamericanas en los años setenta y ochenta. Incluso, la edición universitaria colombiana supera hoy a la argentina en número de títulos y se ubica apenas por debajo de la de Brasil y México.

Incluso, la edición universitaria colombiana supera hoy a la argentina en número de títulos y se ubica apenas por debajo de la de Brasil y México.

Por supuesto, es legítima la pregunta por la calidad de semejante cantidad de libros. Hace algunos meses realicé una investigación personal que podría ilustrar parte del asunto. Me preguntaba cuáles eran los diez libros de historia más destacados que sobre Colombia se habían escrito en los Estados Unidos, y algunos profesores universitarios me ayudaron a construir este top de colombianistas. Encontré libros de una calidad insuperable, ya clásicos publicados con muchos ejemplares como ‘Mataron a Gaitán’.
‘Vida pública y violencia urbana en Colombia’ de Herbert Braun o ‘Colombia. Una nación a pesar de sí misma’ de David Bushnell o ‘Historia concisa de Colombia (1810-2013)’ de Michael J. LaRosa y Germán Mejía. Pues bien, más de siete de esos libros, claves en la comprensión de nuestro devenir como nación, habían sido traducidos por editoriales universitarias colombianas entre los años ochenta y el nuevo milenio. Sin el concurso de esas editoriales no habrían llegado a ser leídos por públicos en Colombia.
Después, cuando ya vieron la oportunidad de negocio, las editoriales comerciales recuperaron muchos de esos títulos, pero al inicio fueron las editoriales universitarias las que arriesgaron. Otro indicador revelador es la publicación de los prestigiosos premios Alejandro Ángel Escobar de ciencia y tecnología en Colombia. En los últimos veinte años, cerca de la mitad de los premios y menciones han sido publicados por editoriales de los claustros universitarios. Libros muy importantes como ‘A sangre y fuego: la violencia en Antioquia, Colombia (1946-1953)’ de Mary Roldán o ‘Poder y violencia en Colombia’ de Fernán González, por citar solo dos de estas obras que ilustran el rol de la edición universitaria en la visibilidad del pensamiento de punta en Colombia.
En todo este panorama hay una muy cruel paradoja: en su momento de mayor esplendor, la edición universitaria nunca había tenido tantas dificultades para encontrar canales, espacios y lectores. Hoy, salvo un grupo honorable de librerías, fieles al proyecto, nuestras editoriales dependen en gran medida de las ferias y ventas en los campus locales. Los tirajes siguen siendo pequeños y eso no conviene a la rentabilidad del sector que desconfía de nuestros libros. Cada vez encontramos menos espacio en estanterías, y por ello hay que recordar que la edición universitaria es también construcción de nación, memoria y de ciencia. Si desaparecemos, la industria editorial se quedará inevitablemente sin su lado más reflexivo.
NICOLÁS MORALES THOMAS
* Columnista invitado. Politólogo de la Universidad de Los Andes.
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