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Se acabó el cuentico de los enemigos de la paz

Debería reconocerse que el país fracasó desde el primer momento en la gerencia del posconflicto.

La mejor noticia de la celebración de los primeros cinco años del acuerdo de paz es que ha quedado claro que en Colombia no hay enemigos de la paz, concepto que se abrió paso años atrás, en mentes calenturientas y maniqueas que buscaron la confrontación como instrumento proselitista, para inducir a una polarización en la sociedad colombiana, de la cual se pretendían y lograron dividendos políticos. ‘Divide y reinarás’, dice el refrán popular.
En la celebración de esta semana y teniendo como testigo al secretario de Naciones Unidas, fue realmente plausible ver reunidos a todos los estamentos de nuestra institucionalidad y de la política, con el jefe del Estado a la cabeza, mostrando que la Nación, como un todo, rema en un solo sentido. Con dificultades, claro está, pero perseverante en la paz.
La otra buena noticia es que la paz, después de varias décadas, no estará en el centro del debate electoral que se avecina. Ni se la menciona ni aparece en las encuestas como asunto de preocupación nacional, para tristeza de muchos, en particular de aquellos cruzados que, con fanatismo, hablan reverencialmente de la partitura de La Habana. La paz no será, entonces, foco de las pasiones populares, ni mucho menos servirá para manipular una vez más al electorado y dividirlo entre amigos y enemigos de la paz. Un escenario ideal para que los pilares del acuerdo se consoliden como política de Estado, justo ahora que se acepta que la reconciliación no le pertenece a nadie y es patrimonio nacional.
Mirando hacia adelante, será necesario profundizar los esfuerzos para que los antiguos territorios del conflicto conozcan por fin los dividendos del acuerdo, las víctimas sean efectivamente reparadas; los excombatientes no sean blanco de la nueva violencia y se conozcan resultados efectivos de la justicia. No son desafíos menores.
Debería reconocerse con sinceridad que el país fracasó desde el primer momento en la gerencia del posconflicto. Al contrario de lo que se afirmó desvergonzadamente en estos días, inmediatamente después de la firma del acuerdo la Fuerza Pública desapareció de los territorios de consolidación, el Estado no se hizo presente con programas sociales, los grupos irregulares se expandieron allí y se multiplicó la violencia, en medio de la indiferencia del alto Gobierno, que fue notificado oportunamente de lo que ocurría. Y ni qué hablar del daño que causó la política oficial para enfrentar el problema de los cultivos ilícitos. Como no es tiempo de volver la mirada atrás, hay que hacer causa común para superar estas dificultades y dejar la indolencia frente a estas realidades.

En las próximas elecciones la paz no será foco de las pasiones populares, ni mucho menos servirá para manipular una vez más al electorado y dividirlo entre amigos y enemigos de la paz

Además, hay que aceptar que la justicia transicional aún no da los resultados esperados. La JEP no ha expedido ni una sola sentencia y tampoco ha emitido una sola resolución de conclusión, que es el mecanismo ideado para iniciar propiamente los juicios de responsabilidad de los victimarios. Habrá que seguirle dando un compás de espera, aunque su tarea no se logrará exclusivamente con los 7 macrocasos abiertos. Desde hace años, allí reposan más informes de origen oficial que deben dar lugar a la apertura de investigaciones de igual o mayor entidad, en asuntos tales como las masacres, el desplazamiento forzado, la violencia sexual, la desaparición forzada y el financiamiento ilícito de la guerra.
Para su buen suceso será necesario consolidar los puentes con el resto de la justicia. No hacen bien los voceros de la JEP en proclamar que fue gracias a ella que el fiscal de la Corte Penal Internacional cerró el caso de Colombia, cuando es sabido que fue el actual Fiscal General quien logró ese milagro con su decisión sobre agentes del Estado. En todo caso, hay que apostarle a que la JEP funcione adecuadamente, porque la impunidad puede alimentar en el futuro otras formas de violencia, según las experiencias internacionales.
Taponazo. A mediados de agosto vaticinamos en esta columna que el dólar pasaría este año de los 4.000 pesos... ¿todavía se discute?
NÉSTOR HUMBERTO MARTÍNEZ NEIRA
(Lea todas las columnas de Néstor Humberto Martínez en EL TIEMPO aquí).
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