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Que no cunda el pánico

La respuesta a todo se verá dentro de un año en las urnas. Hay motivos para el optimismo.

Estamos exactamente a un año de la primera vuelta para la elección del próximo presidente de los colombianos, y las más recientes encuestas muestran que solo hay una preferencia electoral definida, pero no existe –hasta la fecha– una candidatura sólida que represente una opción real frente a la propuesta de la extrema izquierda.
Basta leer con atención los resultados de los ‘pools’ que se han publicado para entender que nada está jugado aún y que la campaña apenas empieza. En este sentido, están fuera de lugar los lamentos de quienes afirman que “ya no hay nada que hacer” y de que, irremediablemente, Colombia va camino del totalitarismo, de la mano de Petro.
La realidad es otra. Lo único que muestran los resultados es que, hasta ahora, Petro aún no tiene un contradictor de peso y que, en medio de esa orfandad, durante los primeros meses de este año alcanzó rápidamente entre un 20 y 25 % de intención de voto, insuficiente para conseguir la presidencia, sin que haya razones para pensar que pueda seguir creciendo en la forma como lo ha venido haciendo, independientemente de la suerte de sus investigaciones.
Las encuestas dicen que la imagen negativa de Petro también ha estado creciendo y hoy se ubica alrededor del 50 %. Lo más difícil en una candidatura es remontar esa percepción, porque se trata de ciudadanos que por distintas circunstancias han ido moldeando una idea firme de desfavorabilidad del personaje, que le deja un espacio reducido para crecer en sus aspiraciones. Así como hay un petrismo muy firme, también hay un antipetrismo férreo, que es más del doble.
Además, el caos que ha sembrado Petro, como auspiciador de las marchas, es hoy su principal enemigo. Las encuestas no registran la factura que le pasará esta situación. El paro prolongado ha terminado afectando a todos los colombianos, pero les hará más daño a los trabajadores, su mercado natural, que quedarán cesantes por las quiebras que se avecinan. Petro no ha puesto la cara, pero sí ha incendiado el país a través de su cuenta de Twitter y, como algo muy propio de su personalidad, frente a la magnitud del problema causado, lo único que acierta a decir en voz baja es que la situación se salió de control y que no puede responder por los actos de los terroristas. Tamaño daño el que ha causado, agravado por la situación de pandemia, y no ha logrado una sola reivindicación para los jóvenes o para los más humildes. Ha quedado retratado como un anarquista profesional; no como un líder.
Aun así, no le faltan defensores. Sus áulicos afirman con algo de cinismo que el candidato nada tiene que ver con el paro. No leen sus trinos en medio de esta tragedia; no quieren reconocer que es él quien convocó para el viernes pasado “la manifestación más grande de la historia” y que sus alfiles andan propiciando una confrontación sostenida que recuerda los tiempos de las autodefensas, para lo cual están dotando a los jóvenes y las madres de la “primera línea” de guantes, escudos y cascos, lo que no es precisamente para rezar.
La respuesta a todo se verá dentro de un año en las urnas. Hay motivos para el optimismo. Basta mirar lo que ocurrió recientemente en España y en Ecuador, donde la democracia se movilizó masivamente para impedir la expansión de los extremistas. Gracias a ello, Pablo Iglesias –líder del partido Podemos y contertulio de Petro– hoy es un cadáver político en la península ibérica, y la candidatura de Arauz en Ecuador quedó vuelta trizas.
Y la puntada final: solo el 18 % de las mujeres expresan su intención de voto por Petro. No es un simple dato, es una sentencia a cualquier aspiración política.
Taponazo. Para contrastar con la convocatoria petrista del viernes pasado, este domingo veremos la movilización ciudadana “más grande de la historia” contra la violencia.
NÉSTOR HUMBERTO MARTÍNEZ NEIRA
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