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Inversión pública con freno de mano

En Estados Unidos se confirmó que los subsidios al desempleo estaban fomentando la holgazanería.

La mejor política social es aquella que genera crecimiento económico. El aumento de las tasas de inversión apalanca el crecimiento del producto interno bruto y la generación de nuevos puestos de trabajo.
Por la profundidad de la crisis económica y social que heredamos del covid, es necesario adelantar una política social generosa. Eso no se discute. Pero las autoridades tienen que tener claro que los subsidios a las familias, a los desempleados y a las industrias tienen que ser estrictamente transitorios y adecuadamente focalizados. El dinero regalado a manos llenas no produce riqueza colectiva, no genera demanda agregada sostenible ni produce empleo formal. No nos va a sacar de la crisis.
En Estados Unidos se confirmó que los subsidios al desempleo estaban alterando gravemente el mercado laboral y fomentando la holgazanería. Cada desempleado llegó a recibir hasta diez millones por mes, en pesos colombianos, con lo cual nadie quiso volver a trabajar. Por ello, los norteamericanos están regresando al keynesianismo puro, utilizando la política fiscal para mantener un alto nivel de inversión pública. Así están cocinando un billonario plan de gasto en infraestructura que habrá de crear millones de puestos de trabajo. Coetáneamente, a partir de este mes, suspendieron el pago de subsidios a 3 millones de desempleados.

El dinero regalado a manos llenas no nos va a sacar de la crisis ni produce empleo permanente. Requerimos un ambicioso plan de inversiones y derogar la ley de garantías

De análoga manera, en medio de la recesión de la pandemia, los europeos se concentran en socializar la inversión, con la llegada –durante este verano– de los primeros desembolsos del Fondo Europeo de Recuperación y Resiliencia (FRR), por 750.000 millones de euros, que se destinarán exclusivamente a inversiones públicas y reformas para fortalecer las economías de los países de la UE, mediante planes nacionales que empiezan a ejecutarse para recuperar la senda del crecimiento, a partir de inversión estatal.
Entre nosotros, la economía ha regresado por el cauce del crecimiento. El último dato disponible (28 % para abril) es halagüeño, aunque –como se ha dicho– se explica en buena medida por un efecto estadístico. Pero, aun así, es evidente que muestra una tendencia favorable, que nos debe devolver el optimismo. Si, al final, el sector privado puede restablecer plenamente su actividad, veremos más crecimiento, más empleo y, por supuesto, más impuestos. Pero es indispensable también moderar el asistencialismo y privilegiar un ambicioso plan de inversiones públicas, que incluya la reactivación de los proyectos engavetados, para que crezca la demanda agregada de la economía.
Ahora, cuando ya no es posible la reelección, es indispensable que se derogue la llamada ley de garantías, que congelaría la contratación pública y la nómina oficial, a partir de noviembre de este año. Si no se hace, se esterilizarían cerca de cinco billones de pesos, que equivale al 15 % de la inversión anual del presupuesto. Es un gustico que no nos podemos dar en este momento, en el que venimos de paros y de cuarentenas sucesivas.
Con el mismo argumento será necesario que las administraciones locales se decidan, más allá de toda retórica, a dinamizar la inversión en campos vitales para sus regiones. Hay recursos de regalías durmiendo en fiducias públicas por 20 billones. En el caso de Bogotá, además, es al menos irónico que, como se debatió en el Concejo capitalino, esté en el cuarto de san Alejo el cupo de endeudamiento de 10 billones, aprobado para ejecutar obras en diversos sectores del Distrito. Hay que quitarle el freno de mano a la inversión oficial.
Taponazo. Contrasta el bochinche que hicieron recientemente los camaradas criollos, distintas ONG y la ONU, por la defensa de los derechos humanos en Colombia, con su silencio cómplice frente a lo que se está viviendo en Cuba.
NÉSTOR HUMBERTO MARTÍNEZ NEIRA
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