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Tokio 2020

La tecnología fue un hecho dominante en la Olimpiada.

Todos los Juegos Olímpicos, desde que se restauraron en 1896, han dejado recuerdos especiales, y los que acaban de terminar no son la excepción. Fueron unos Juegos que con nombre de 2020 se llevaron a cabo en 2021. Las tribunas y los estadios estuvieron prácticamente vacíos. La pandemia no permitió que se diera el tradicional peregrinaje cuatrienal desde todas las naciones y redujo, casi a ceros, la asistencia de aficionados locales.
Japón suplió esas ausencias con un esfuerzo tecnológico asombroso para llevar en tiempo real, a todos los rincones del mundo, las más mínimas incidencias de los Juegos. Sería injusto desconocer una comunicación de tal magnitud.
La tecnología fue un hecho dominante en la Olimpiada. La antorcha que trajo el fuego olímpico representa la flor del cerezo. Fue producida con la técnica de extrusión de aluminio, la misma que usaron para construir su famoso tren bala, en una sola pieza de altísima resistencia. Representa la armonía entre la cultura tradicional japonesa y su avanzada tecnología.
Se rompieron marcas mundiales y personales que parecían imposibles de superar. El récord femenino de velocidad en los cien metros tenía 33 años. También se superaron, entre otros, los de cuatrocientos metros tanto masculinos como femeninos, en ambos casos también por quienes ganaron las medallas de plata.
Esos resultados se explicaron, al menos parcialmente, por otros desarrollos tecnológicos. En una foto de la prensa aparecía uno de nuestros atletas besando sus zapatos, y no estaba equivocado. Los zapatos fueron desarrollados con la nueva tecnología de super spikes. Tienen en sus suelas pequeños picos plásticos que mejoran el agarre a la pista, con un ahorro de 4 por ciento en la energía de los atletas. Esos picos están montados sobre una capa de esponja de muy alta resiliencia (es decir que se deforma, pero se devuelve a la forma original) y sobre una placa rígida, livianísima, de fibra de carbón. El zapato actúa como un resorte.
La pista también es de alta tecnología. Su superficie fue desarrollada por la compañía Mondo tras tres años de investigación y ajustes para absorber el choque de los pies y, en forma parecida a la espuma de los zapatos, devolverles parte de la energía. Los desarrolladores afirman que puede mejorar los tiempos de los corredores hasta en un 2 por ciento, que para ese nivel de competencia es significativo.

A los atletas no se les puede exigir ganar, pero ¿no es la competencia lo que los hace atletas?

Se dieron también eventos poco usuales. Simone Biles se retiró tempranamente, para “concentrarse” en su “salud mental”, acto que fue recibido como heroico por la prensa mundial y por sus fans en Estados Unidos. Tiene todo el derecho de retirarse, pero eso no la hace heroína. Me parece mucho más meritoria Caterine Ibargüen, quien compitió a pesar de que sabía que no igualaría sus hazañas pasadas. Meritorio fue en el pasado Jesse Owens, el legendario atleta negro, quien ganó cuatro medallas de oro en la Olimpiada de Berlín 1936, compitiendo en un ambiente hostil y humillando a Hitler, quien pensaba que sus atletas demostrarían la superioridad de la raza aria. A los atletas no se les puede exigir ganar, pero ¿no es la competencia lo que los hace atletas?
La BBC reportó un hecho extraordinario. Siete mujeres que se destacaron en estas competencias tienen doctorados en matemáticas y en otras ciencias naturales, y están vinculadas a instituciones científicas en sus naciones. Son el producto de sociedades que impulsan el desarrollo pleno e integral de sus jóvenes. Ojalá un día cercano podamos oír de nuestros atletas historias como esas, y no como las que estamos acostumbrados sobre sus arduas luchas contra una realidad dura y gris.
Ya se izó en la torre Eiffel la bandera francesa “más grande de la historia” anunciando los juegos del 2024. Traerán novedades, ojalá todas buenas.
MOISÉS WASSERMAN
@mwassermannl
(Lea todas las columnas de Moisés Wasserman en EL TIEMPO, aquí)
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