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¿Quién votó por Trump?

A Trump lo eligieron quienes no creían que realmente hablaba en serio. La catástrofe solo podrá ser algo menor si esos votantes descreídos no estaban del todo equivocados.

Moisés Wasserman
Nunca había estado en unas elecciones presidenciales en los Estados Unidos. El 8 de noviembre pasado las viví en una pequeña ciudad universitaria, partidaria decidida de Hillary, una isla en medio de un mar que votó abrumadoramente por Trump. Al día siguiente, en la universidad la gente estaba pálida y desconcertada; por fuera de ella había total calma, ni celebraciones ni euforia por el triunfo. No vi por ningún lado a los clones de Trump; por el contrario, me encontré con gente corriente, muy decente y amable. ¿Eran ellos quienes el día anterior habían votado por un personaje tan repelente?
Puede uno pasar un rato llorando sabroso con “que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé”, pero tal vez es más útil tratar de entender qué pasó. El consenso entre los comentaristas liberales parece ser que a Trump lo eligieron hombres blancos y con poca educación. Me pregunto si esos progresistas se dan cuenta de que en una oración de nueve palabras lograron ser sexistas, racistas y clasistas.
Pero sobre todo ilusos, porque eso resultó no ser verdad. El 43 por ciento de votantes con educación universitaria y el 42 por ciento con posgrados votaron por Trump; entre los hispanos, más del 29 por ciento votaron por Trump, el mismo porcentaje que habían votado por Romney en el 2012. Las mujeres, que son el 52 por ciento de los votantes, apoyaron en un 42 por ciento a Trump, casi lo mismo que en las dos elecciones anteriores a los candidatos republicanos. Casi se podría decir que quienes eligieron a Trump fueron las mujeres, quienes si se hubieran movido apenas un par de puntos por Clinton, la habrían puesto en la Casa Blanca. Los pertenecientes al Partido Republicano votaron masivamente por Trump, y también los independientes no adscritos a ningún partido. Algunos dicen que sus electores fueron los ricos, porque prometió bajarles los impuestos; otros dicen que fueron los pobres, hastiados del establecimiento (¿al fin?). Las iglesias evangélicas (y, donde yo estaba, la católica también) apoyaron decididamente a Trump. Nada de caridad cristiana, simplemente rechazo a la posición que asumió Hillary sobre el aborto.
Pero eso no da mayoría. El misterio es cómo convenció a una multitud de gente sencilla y básicamente buena. Creo que un gran grupo se identificó difusamente con algunos de sus lemas, pero sin creer en los detalles. ¿Quién no quiere que su país sea grande? ¿Cuántos sienten que todo tiempo pasado fue mejor, aunque los hechos digan lo contrario? Él ofreció hacer grande a América como lo era antes. Es muy fácil quejarse de que los buenos puestos se los llevan a China y Latinoamérica. Es popular, en todas partes, el rechazo al inmigrante ilegal (recuerden que hasta nosotros, con los poquísimos que tenemos, nos portamos mal). Es muy fácil hacer que la gente se sienta tumbada con las alianzas internacionales, sea para defensa común o para mercados libres.
Pero quien rechaza a los ilegales no está pensando en la señora que hace las labores domésticas en su casa o en su jardinero, y quien rechaza las alianzas comerciales no piensa que se llegue al extremo de encarecerle los aguacates. Muchísimas mujeres aceptaron la explicación que dio Trump a sus horribles grabaciones machistas: era charla de vestidores, y en ese lugar parece que los hombres podemos decir cosas vergonzosas sin que se nos tome en serio.
Votó por Trump una derecha recalcitrante, votó el Ku Klux Klan. Algunos votaron inducidos por el horror de sus iglesias al aborto y muchos lo hicieron por ser fieles miembros de su partido, pero eso no era suficiente para darle la victoria. Mi hipótesis extraña es que a Trump lo eligieron quienes no creían que realmente hablaba en serio. La catástrofe solo podrá ser algo menor si esos votantes descreídos no estaban del todo equivocados.
Moisés Wasserman
Moisés Wasserman
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