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No todo vale

Cuando uno actúa como si todo valiera, termina quitándole fuerza a cualquier argumentación.

Moisés Wasserman
En medio de las manifestaciones en contra de la discriminación racial, y sus choques con las contramanifestaciones de apoyo al presidente Trump, muchas cosas terribles han pasado. Una de ellas fue un asesinato a tiros el 29 de agosto en la ciudad de Portland.
En estos casos lo usual es que con la confusión del momento nada quede claro. Esta vez fue diferente. Hubo reporteros de TV filmando, y varios ciudadanos presentes también lo hicieron con sus teléfonos y lo publicaron en Facebook y YouTube. Se ve en las imágenes al asesino, Michael Forest Reinoehl (de Portland, 48 años), sacando un objeto de su bolsillo. Inmediatamente se oyen dos disparos, él da media vuelta y sale corriendo. El otro, Aaron J. Danielson, de 39 años (también de Portland) da diez pasos vacilantes y cae muerto. Los disparos fueron dirigidos a su pecho.
En forma también inusual, el asesino le otorgó después una entrevista a Vice News, un canal digital de noticias para público joven. Al principio de la entrevista afirma que la prensa miente cuando dice que él no había sido identificado, y señala que su foto y las filmaciones circularon ampliamente por las redes sociales. Efectivamente, dos días después fue localizado por la policía, que le disparó y lo mató en medio de un enfrentamiento.
En la entrevista, Reinoehl afirma también que se aseguró de que ningún inocente resultara herido. Es decir que, en su opinión, el asesinado sí era culpable. Lo que dijo, ni más ni menos, fue que él definió como delito grave el hecho de que su víctima estuviera en una manifestación apoyando ideas que le parecían perversas. Luego actuó como fiscal; después, como juez, y finalmente lo ejecutó como verdugo. Esto describe una actuación que, muchos coincidirán conmigo, es la de un fascista. Desconociendo el derecho de su contradictor a manifestarse, procedió a eliminarlo.
Este parecería uno de tantos casos desgraciados, pero tiene particularidades que lo hacen digno de atención. Danielson (el asesinado) pertenecía a un movimiento de la extrema derecha llamado Patriot Prayer (Oración Patriota) y estaba participando en un acto convocado por Facebook, a favor del presidente Trump.
El asesino Reinoehl era un militante de izquierda que se había declarado ciento por ciento partidario del grupo de acción antifascista Antifa. Seguramente las ideas de Danielson podrían ser controvertidas por injustas, por ilógicas y discriminatorias. Pero él estaba ejerciendo su derecho legítimo de expresión, a pesar de lo malas que esas ideas puedan parecernos.
Reinoehl también se manifestaba por sus ideas, que a muchos nos parecen justas, y era un activista contra el fascismo. Pero eso no le impidió a él mismo ser tan fascista como aquello contra lo que lucha su grupo de acción. Es que uno no se vuelve bueno por adscripción al ‘grupo correcto’ ni es merecedor de dispensas morales por tener un discurso progresista. Quien actúa como él lo hizo es un asesino, sin importar cuál sea su adscripción política.
El caso me desconcertó, y me pareció que merecía ser conocido porque yo crecí en una izquierda defensora de los derechos humanos, protectora de la diversidad y defensora de la libre expresión. Es cierto que en el siglo XX la izquierda tuvo manifestaciones aberrantes y fracasadas, pero logró superarlas (creo). Lo que me hace dudar sobre su supervivencia futura es esa invasión posmodernista del ‘todo vale’. Cuando uno actúa como si efectivamente todo valiera, termina quitándole fuerza a cualquier argumentación; ya no existen ideas que sean más válidas, o más verdaderas, empezando por las propias. En ausencia de argumentos, estamos inevitablemente condenados a que se imponga el más fuerte, y nada nos asegura que el más fuerte sea el mejor o el más moral.
MOISÉS WASSERMAN
Moisés Wasserman
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