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Día de Inocentes

No sé si es sintomático de nuestra cultura identificar al inocente, con el bobo que se deja engañar.

Moisés Wasserman
Hoy es el Día de los Inocentes. Se dice que conmemora el hecho de que Herodes mandó matar a todos los niños varones menores de 2 años en Belén porque sus adivinos le habían advertido que ahí nacería el “Rey de Israel”, cargo al que no estaba dispuesto a renunciar. Hay muchas dudas sobre la verdad histórica de ese hecho. Aparece solo en el evangelio según San Mateo, ninguno de los otros tres lo menciona. El historiador Flavio Josefo, quien vivió por esa época y describió las arbitrariedades de Herodes con lujo de detalles, tampoco. Puede ser que no haya llamado mucho la atención porque, según el censo de Augusto, Belén no debía de tener más de 800 habitantes, y eso hacía poco probable que hubiera más de 15 o 20 niños menores de 2 años.
No son extrañas las leyendas sobre el asesinato de menores para evitar que se cumplan malas predicciones. La historia de Moisés es precisamente esa. El faraón ordenó matar a todos los niños hebreos, y Moisés se salvó porque su hermana lo puso en el Nilo dentro de una canasta. Luego lo rescató la hija del faraón, volviéndolo príncipe egipcio. Posteriormente, una de las plagas que desató para liberar a los hebreos fue la muerte de todos los primogénitos.
La leyenda hindú (en el Majabharata, siglo III a. C.) sobre el nacimiento de Krishna tiene el mismo motivo. Los adivinos le advirtieron al rey Kamsa que un sobrino suyo, hijo de su prima Devaki, lo iba a matar. El rey mató con sus propias manos a los seis primeros hijos de su prima y, como el octavo lograra escabullirse, mandó matar a todos los menores de 2 años de la comarca. Krishna, quien era ese octavo hijo, cumplió con la profecía cuando tenía 16 años.

En el Día de los Inocentes se permiten en el mundo hispánico bromas de todo tipo. A riesgo de parecer cuadriculado y aburrido, diría que son bromas a veces excesivas.

En realidad, aunque no fuera cierta la orden de Herodes, sí iba con su carácter. Él había ya asesinado a tres de sus hijos por el temor de ser destronado. La pregunta es qué tiene que ver esa historia con un día de bromas y engaños. Una de las interpretaciones es que se celebra porque, de todas formas, San José logró engañar a Herodes y escapó a Egipto con su familia.
Son más factibles las explicaciones que relacionan la celebración con festividades de origen pagano. Las saturnales eran fiestas en las que se revertía el orden, y posiblemente derivaron en otras como las mojigangas, que eran piezas teatrales burlescas para celebrar el triunfo del bien. Todavía en algunos lugares de España se celebra la fiesta del obispillo, en la que se elige a un niño para que asuma las funciones y responsabilidades de obispo, y hay quien dice que lo hace mejor.
La celebración de Inocentes el 28 de diciembre es del mundo hispánico. Los germánicos y los anglosajones celebran el Fools’ Day o día de los tontos, el primero de abril. Según Mark Twain, ese día celebramos lo que somos los otros 364. Los franceses e italianos lo llaman el ‘día del pescado’, que es realmente el tonto que se deja pescar.
En el Día de los Inocentes se permiten en el mundo hispánico bromas de todo tipo. A riesgo de parecer cuadriculado y aburrido, diría que son bromas a veces excesivas. Se piden prestado dinero u objetos y se tiene una dispensa para no devolverlos (lo que sería impensable entre los anglosajones) “Inocente palomita que te dejaste engañar, sabiendo que en este día nada se puede prestar”.
No sé si es sintomático de nuestra cultura identificar al inocente, a aquel que no tiene culpas, con el bobo que se deja engañar. El simpático, el aceptado, el cool es el avispado, el que engaña, el astuto, el que hace la broma pesada. Tal vez por eso, nuestro humor a veces consiste en reírse del que cae en una trampa, del que es estafado, del ingenuo, del que habla en forma desprevenida, franca y transparente. ¿No sería educativamente mejor definir como tonto al tonto y no al inocente?
@mwassermannl
Moisés Wasserman
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