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Mutantes

Todos los seres vivos lo somos. La mutación es inherente a nuestra estructura química.

El tema del día son los mutantes. Suenan a personajes terribles que se ensañan con nosotros y quieren destruirnos. Quienes aún recuerdan a Los hombres X seguro imaginan al maléfico mutante Magneto, enemigo de la humanidad. La idea de un virus variante asusta, porque no entendemos de qué se trata. Todos los seres vivos somos mutantes. La mutación es inherente a nuestra estructura química.
Los virus no son seres malvados que nos castigan. Su único propósito es multiplicarse. Ellos no generan estrategias; las hay, pero son el resultado inevitable de la evolución. Los cambios suceden espontáneamente y al azar. La mayoría son intrascendentes (por eso su multiplicidad en todas partes), unos disminuyen la capacidad del virus para multiplicarse (esos desaparecen), y unos, muy pocos, la mejoran, bien sea por el reconocimiento de la célula blanco, o por su velocidad de replicación, o por lo que sea. Esos aumentan su presencia en la población.
El material genético, tanto ADN como ARN, es una secuencia de cuatro letras químicas (A, C, G y T o U) con las cuales se pueden escribir los mensajes más diversos. Uno podría escribir con esas letras el Quijote o la Biblia; la naturaleza define con ellas millones de estructuras de funcionalidades diferentes. Pero lo maravilloso de ese material genético es que, además, sirve de plantilla para su propia duplicación. Como piezas de rompecabezas, la A cuadra con una T, y la C, con una G. Entonces, construyendo sobre esas plantillas se tendrá una copia idéntica del mensaje.
En realidad casi idéntica porque, como en cualquier copia, se introducen errores. Las letras químicas pueden cambiar ligeramente de forma y quedan cuadrando con la ficha equivocada del rompecabezas. Ese cambio sucede con muy poca frecuencia; a veces se acelera por radiaciones, o por sustancias químicas diversas (mutágenos), pero aun sin ellos sucede. Es imposible saber cuándo pasará ni dónde, pero en millones de millones de copias, en algún momento habrá un error, una mutación.
La evolución ha enfrentado el problema de formas diversas. En nosotros, animales y plantas, se han desarrollado sistemas complicados de corrección, muy costosos en energía, pero se pagan, porque para nosotros la estabilidad de la información es importante; los errores producen enfermedad. Pero, para algunos virus, el camino que escogió la evolución (llegó a él por azar) fue aumentar la frecuencia de mutación para responder mejor a los retos. Los virus corona cambian mucho (aunque menos que otros, como los de influenza).
¿A dónde nos llevará esta dinámica de cambios y aparición de mutantes? No podemos saberlo, lo único que podemos decir con certeza es que se irán seleccionando aquellas variantes del virus que tengan alguna ventaja multiplicándose. No necesariamente irá en perjuicio nuestro. Por el contrario, muchos virólogos piensan que podría hacerse menos virulento.
Eso fue lo que pasó en otros casos. Uno notable y bastante bien documentado fue el del virus OC43, un virus Corona que causó una epidemia muy grave en Rusia a finales del siglo XIX. Este aparentemente saltó del ganado a los humanos (también por una mutación, como sucedió con nuestro Sars-CoV-2, que saltó de los murciélagos) y fue muy agresivo, hasta que la población adquirió la inmunidad de rebaño. Entonces la mejor estrategia evolutiva, la que le permitió seguirse multiplicando, fue establecerse en el tracto respiratorio alto, donde es menos atacado por anticuerpos. Así se volvió un virus de resfriado común.
Tener miedo a las mutaciones es equivalente a tenerle miedo a la ley de la gravedad. Hay que estar vigilante para controlarlas, pero son inherentes a la materia de la que estamos construidos. Sin ellas la evolución no se habría dado, nosotros no existiríamos.
Moisés Wasserman
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