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País, hechura de mano

El paro nacional retrotrae la pregunta-tabú colombiana: ¿Para cuándo la transformación social?

¿Por qué País, hechura de Mano?... pues esto refiere a la idea de construcción de país con el esfuerzo de todos; en contraposición a la noción de país artificioso y forzado, diseñado con implantes o partes de imitaciones traídos de otros lugares.
Lo explicamos de la siguiente manera: “Lo hecho a mano encarna un hacer, una producción a partir de lo existente, desde un saber germinado de la experiencia propia; de igual modo podemos asociar, lo hecho a mano, con la naturaleza del parto, del alumbramiento. Es una reproducción directa de un proceso de participación orgánica, es decir, la hechura de mano es fruto de unos pasos de ensayo y error, un hacer-rehacer que implica correlación de libertad y voluntad, necesidad y atención”.
Por lo tanto, un país, como tal, presupone una andadura de acuerdos de voluntades por la vida, un país debe ser reflejo de una larga tensión de equilibrio entre la necesidad y la invención de soluciones. Un país es un alumbramiento de derechos de todos sus habitantes, en tanto sea un pulso de las pertenencias, un “dar a luz” de alas de oportunidades del conjunto de humanos y no humanos que lo conforman.
Ante la pregunta: ¿quién o quiénes deciden lo que es correcto para el país y por qué? ¿Tendríamos solo dos opciones de respuestas? 1) ¿El Presidente, como representante del pueblo en el Ejecutivo y los legisladores, como representantes del pueblo en el Congreso? 2) ¿El pueblo mismo, a través de su indignación y su levantamiento correctivo? O, tal vez tendríamos una tercera opción… 3) ¿El pueblo, por medio de su participación propositiva?
Para llegar a la tercera posibilidad, la participación directa, se necesitaría tener la estructura horizontal de un país de y para todos; es decir, de un país construido y asumido por la totalidad de sus habitantes, sin estratificación de su ciudadanía.
Colombia es tan solo un simple Estado-Nación con pertrechos de derechos y aparejos potenciales de dignidad; que no le alcanza para transitar en el camino de construcción de una nación diversa y democrática. Para ello se requiere entrar en un proceso voluntario de “desconstrucción-construcción” que permita la participación vinculante de cada una de sus comunidades avecindadas y con empatía.
¿Desconstrucción?... ¡Sí! Se precisa estar y pensar frente al espejo de la verdad histórica para saber, en el momento de las decisiones, que este ha sido un territorio tomado a la fuerza, que aquí se forjó una sociedad disímil bajo los vejámenes de la esclavitud, la servidumbre, la violación, la bastardía, la inquisición religiosa, la expropiación, la manutención por minoría de edad, la discriminación por linajes, la intimidación bélica, el engaño de la imposición de una verdad única. Estos hechos se sembraron en el país durante 300 años continuos y generaron secuelas actitudinales en las generaciones siguientes, que repercutieron en acciones “nacionalistas” de la naciente república… y, aún, siguen vigentes, por encima de la constitución, generando las desigualdades sociales, los asesinatos a líderes y lideresas sociales, las masacres, los asesinatos a civiles por parte del Estado en los mal llamados ‘falsos positivos’.
¿Acaso, en algún período de la historia, hemos iniciado la desconstrucción de esta herencia colonial del desprecio al otro distinto? Es el mismo desprecio que ha creado el concepto de “enemigo interno”.
¿Construcción?... ¡Sí! Es preciso desaprender estos hábitos de la inferioridad y edificar plataformas para las potencialidades locales, el liderazgo de la nobleza y la capacidad creativa originaria y dejar atrás el país que confunde la igualdad de derechos con la igualdad de comportamiento y de personalidad, en donde se culpa al pobre y a las víctimas de su pobreza y de su tragedia.
El paro nacional retrotrae la pregunta-tabú colombiana: ¿Para cuándo la transformación social? Hoy está sucediendo otro desencuentro ciudadano (llevamos 200 años viviendo en una República de desencuentros).
Hoy, jóvenes expectantes del país han instalados puertos de resistencias en sus barrios natales y claman el coro de ¡Basta Ya!, frente al viejo país fragmentado, que continúa con una legión de dirigentes autoproclamados “guardianes de la democracia”, que se distinguen por ser importadores de tesis de desarrollo de los laboratorios de pensamientos (think tank) de Europa y Estados Unidos.
¿… y si instalamos mesas de transformación social con la serenidad de la palabra, en cada asamblea popular?
¿… y si nos convencemos de que ya estamos en el camino de la desconstrucción-construcción hacia un país autónomo y justo?
¿… y si nos creemos que el país hecho a mano ya asoma su rostro en el horizonte?
Es este el momento de creerlo y asumirlo.
Miguelángel Epeeyüi López-H.
amerindia@hotmail.com
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