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Uribe, a la guandoca

La imagen que viene es la de Uribe detenido y los jefes de la Farc en sus curules en el Senado. 

Mauricio Vargas
Cuando algunos ilusos creíamos que el ambiente de crispación política, que lleva más de una década, cedería con la llegada de Iván Duque –uribista, sí, pero ponderado y ajeno al insulto y la agresión– a la Casa de Nariño, apareció la Sala Penal de la Corte Suprema, que tantos sesgos ha demostrado en estos años, para poner al expresidente Álvaro Uribe a las puertas de la cárcel, bajo acusaciones de soborno y fraude procesal. Aunque algunos odiadores del exmandatario se están relamiendo los bigotes, lo cierto es que la decisión de la Sala Penal plantea un escenario muy inquietante.
Para hacer corto un cuento largo, a Uribe lo acusan porque supuestos mensajeros suyos trataron de convencer a un paramilitar preso, Juan Guillermo Monsalve, para que declarara en contra del senador Iván Cepeda, enemigo acérrimo del expresidente, y para ello le ofrecieron prebendas con tal de que Monsalve –eso sugiere la acusación– empapelara a Cepeda, incluso con un falso testimonio. Las pruebas, profusamente filtradas por los magistrados de la Sala Penal a varios colegas, comprometen a esos mensajeros, entre ellos abogados y un congresista del Centro Democrático, pero no sé si basten para señalar al expresidente.
Uribe y sus asesores son culpables de un gravísimo error de cálculo: denunciar en 2012 al senador Cepeda ante un tribunal –la Sala Penal– que carga con años de animadversión en contra del exmandatario y de todo lo que huela a él. Fue una estupidez, pues desde el principio era previsible que, con el sesgo de los magistrados, el caso se voltearía contra Uribe. Sus consejeros tienen la culpa de haberle recomendado esa denuncia, y él tiene la culpa de haberles hecho caso.
Pero, además, esos allegados al exmandatario cometieron el error de ponerse a hablar con un criminal que se ha destacado por cambiar su testimonio, y cayeron redonditos en la trampa que ese oscuro personaje, al parecer manipulado por enemigos de Uribe, ayudó a tenderles: el que con niños se acuesta untado amanece. Es el típico pecado de tanto cabeza caliente que rodea a Uribe, y el típico pecado de Uribe de seguirles el consejo.
Pero, por muy equivocado que haya sido su cálculo, nada de lo anterior demuestra que Uribe sea un criminal. Quizás enrede a sus allegados, pero no a él de manera directa. Al menos según las evidencias conocidas. No hay que olvidar que la esencia de la acusación es el testimonio de Monsalve, quien, aparte de su historial criminal, le había dicho a un compañero de patio que Cepeda quería manipularlo contra Uribe, y luego se volteó.
La Sala Penal ni siquiera requirió un primer testimonio de Uribe y prefirió, de una vez, llamarlo a indagatoria, una decisión que lo pone a las puertas de la prisión preventiva. Es la misma Sala Penal que, con gravísimas evidencias surgidas del computador del exjefe de las Farc, ‘Raúl Reyes’, se negó a procesar a Piedad Córdoba y enterró por esa vía las investigaciones sobre ‘Farcpolítica’. Para la Sala Penal, si el acusado es de izquierda, su inocencia es un hecho.
Con estos antecedentes, y sin tener claras aún las consecuencias de su eventual renuncia al Senado, es fácil prever que el expresidente termine detenido. ¿Qué mensaje les va a mandar la justicia a los colombianos y al mundo si la imagen que veremos es la de Uribe preso mientras los antiguos jefes de las Farc, grupo autor –con los paramilitares– de algunos de los peores crímenes de la historia del país, se sientan en sus curules del Congreso? Quizás eso victimice al expresidente y dispare su popularidad, mientras la crispación política crece a niveles incendiarios. Pero, más allá de ello, el daño ético e institucional será gigantesco, aunque poco les importará eso a los magistrados con tal de mandar a Uribe a la guandoca.
MAURICIO VARGAS
mvargaslina@hotmail.com
Mauricio Vargas
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