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Tres tareas para Duque

Duque debe poner la agenda, y que no se la pongan sus críticos, y ser proactivo y no reactivo.

Mauricio Vargas
Al presidente Iván Duque le vienen dando como a violín prestado. Lo mismo desde la izquierda –lo que tiene todo el sentido, pues al fin y al cabo se trata de la oposición– que desde la derecha, donde sus malquerientes del uribismo más radical se indignan porque Duque no hace gala del machismo presidencial que a ellos tanto les gusta, ese de amarrarse los pantalones –como les gusta decir–, salirse de casillas y dar manotazos en la mesa, y que haya preferido un mando más moderado y tranquilo.
Pero que en las críticas al Presidente haya esa mezcla de lógico interés político de sus adversarios con la ligereza injusta de algunos de sus supuestos amigos no quiere decir que con Duque todo vaya bien. Hay campos en los que, sin duda, urge que el primer mandatario enmiende la plana si quiere recuperar el impulso que su presidencia parece haber perdido. Y no lo digo solo por las encuestas, en las que el Presidente ya cedió el terreno que había recuperado a inicios de año, sino por ese desconcierto que uno percibe en muchos colombianos que no parecen tener claro para dónde va el Presidente.
La primera tarea es justamente esa: que Duque diga, con mucha más claridad, qué quiere y hacia dónde se dirige. El mensaje de equidad que ha venido transmitiendo es más bien vago y, además, carece de contenidos concretos en frentes críticos como vivienda, educación, salud e infraestructura, en los que hay mucho por hacer. Es posible que haya programas en marcha, pero poco o nada los está contando el Gobierno.
La segunda tarea es corregir una falencia que suele condenar a muchos gobiernos, aun si desde el punto de vista de la gestión lo hacen razonablemente bien: el Presidente tiene que poner la agenda temática en vez de lo que viene pasando, y es que se la ponen sus muchísimos críticos. En ese frente, durante los ocho meses que Duque lleva en la Casa de Nariño, lo hemos visto mucho más reaccionar que tomar la iniciativa. Y eso, lucir reactivo en vez de proactivo, siempre es malo para un líder.
Lo tercero tiene que ver con la necesidad de construir una mayoría estable en las dos cámaras del Congreso. Está muy bien que el Presidente haya acabado con la ‘mermelada’ criminal de los cupos indicativos en el presupuesto, por medio de la cual muchos congresistas amigos de los gobiernos anteriores saquearon las arcas públicas. Barrer con esa práctica mafiosa es uno de los logros indiscutibles del Gobierno.
Pero una cosa es esa jalea que enriqueció a decenas de parlamentarios facinerosos y otra muy distinta construir una mayoría parlamentaria y darles a los grupos políticos que la conforman una representación en el gabinete de ministros, como sucede en todas las democracias del mundo. Todo ello en el marco de acuerdos programáticos para desarrollar desde el Gobierno y con la ayuda del Congreso.
La realidad es que la suma del Centro Democrático y los conservadores no alcanza en las cámaras. Agregar a los liberales sería suficiente, y no parece difícil, así como a alguna representación regional de alcaldes y gobernadores que ven con buenos ojos al Presidente y tienen con él fluida interlocución.
Eso ayudaría a que el Gobierno estuviera más en el centro, donde estoy seguro de que Duque se siente más cómodo y donde le va mejor al país en estos tiempos. Salvar lo que debe ser salvado del proceso de paz y corregir sus muchos excesos y desvaríos sería así posible. De paso, esta apertura resultaría buena para contener tanta voracidad burocrática de uribistas y ‘azules’ que andan desesperados por quedarse con todos los puestos. Pero, sobre todo, permitiría sacar adelante la agenda legislativa, que hoy está en peligro. Ojalá Duque lo entienda y ojalá las fuerzas políticas, las que ya están y las que podrían llegar, pongan de su parte.
MAURICIO VARGAS
mvargaslina@hotmail.com
Mauricio Vargas
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